Raros estados de deshabituación



Hace tiempo que no me enveneno con Piazzolla. Hace tiempo que simplemente no me enveneno. Y parece que no vivir la vida como si fuera el último día, le resta energía a los actos. Y así, estos días se colman de palabrería fútil, de reverberaciones de frases que no dicen nada, estúpidas al cuadrado. Parece que las lluvias lavaron demasiado. Y parece ésta la encrucijada idónea para renacer, para germinar como planta nueva, brotes que en un tiempo no me atreví a sacar al sol. Ahora, todos, tras la consternación de un tiempo anómalo, están disculpando las raras formas de sus tallos. Hay quien se sobrepone con facilidad y bautiza de extraordinarios lo inusual de los caminos que van tomando. Para mí, los míos siempre fueron raros, porque siempre los miré desde los ojos externos. Raros, no especiales, ni inauditos, ni extraordinarios. Raros, así de áspero como suena, sin otro cariz que lo dignifique. Y entre raros, me sigo sintiendo rara.

Ya no sé cuánto quiero alejar la realidad de mis palabras, usando los sueños, la tercera persona, historias prestadas, pseudónimos, o tiempo pasado, o un condicional consumado. Me cansan los esfuerzos por mantener las distancias, los tiempos de descanso, los adjetivos neutros, los adverbios moderados, sintaxis reglamentaria, verbos copulativos pero asexuados, el punto intermedio, la vida sin sentido.

Será que la salud no me sienta bien. Que tendré que volver al veneno.

martes, 13 de abril de 2010 a las 5:19 p. m.

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