Abro los ojos y me encuentro con tu cara borboteando vida mientras despiertas. Borbotea el café y me cruzo con tu leche. Cruzo una puerta y se me abre el día amaneciendo. Tu mano me da calor en el coche cuando el termómetro marca Riesgo de hielo, me das un apretón para que te recuerde cada vez que la realidad me pegue fuerte, me alejo de tu mano pensando en cuando volverás a cogerla para que te devuelva una caricia.
Cojo manos sanas de personas enfermas, sin poder curarles, anhelando ayudar, con ánimo de volverles a saludar.
Saludo aromas conocidos en la comida de mi madre y mi tierra se me escapa en una mirada perdida. Se me escapan unos minutos y la intimidad solitaria me sabe a ruinas ya visitadas, y al bordear el casco veo que el día se marcha en el atardecer, me rodeo y busco la luna que ayer contemplamos con los alientos cercanos.
Y mientras inicio mi camino a acercarnos, pienso en ese tiempo que dedicamos a frases hechas, que marcan la dulce rutina y que no hay tiempo más útil que el dedicado a regar cada día nuestro jardín, por eso existe un guión que te puedo recitar palabra por palabra del día perfecto, ése en el que apareces en algún momento, al comienzo o al final.
Aún sigo
bebiendo de un tarro de agua de la lluvia de aquel día en que maté tu mal
recuerdo. Olvidado el mal recuerdo, me digo, que el agua… agua es, que no
recuerda de que orificio escapó, de que cuerpo muerto manó, de que piedra se
despidió, de que sucia tubería alcanzó el mar, de qué mar contaminado abandonó
su sal y se evaporó a una turbia nube vapuleada por un avión que caía
accidentado al mar que la dejó escapar. Hoy bebo de aquel tarro, bien de tu mal
olvidado, bien del buen sabor de alguien que no me aportó nada. No lleva
etiqueta. Pero pensé que podía ser de aquel feliz día en que todo lo malo murió.
Disecciones: Felicidad , Lluvia , Resurgir , tiempo Publicado por innuendo
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