Comencé a concienciarme de
estar en esta ciudad hace diez días, cuando la observé de noche aún, abriéndose
el nuevo día quebrando el Este. El casco histórico iluminado de manera simple,
farolas cual antorchas rodeando la ciudad amurallada, oscuridad entre sus
calles... me recordó a tiempos pasados nunca vividos. Época medieval sin
penicilina. Imagino la grandeza de una urbe que hoy sólo es la migaja de la
adyacente. El jinete a lomo del caballo cansado, suspirando aliento caliente de
sus enormes orificios nasales, atravesando la nieblina del meandro que la
rodea, tras él, sólo el traqueteo de las herraduras en la piedra de la calzada.
Hoy, el jinete vive a
caballo entre dos ciudades, el amor flamea el combustible cada día, el dinero
no importa, la salud es mi trabajo, y trabajo desnudando cuerpos de los
sentimientos. Ésa es nuestra manera de hacer medicina. Pros y contras de
reanimar, las cartas boca arriba, conveniencias del Vivir, ancianidad a debate.
¿Qué preferimos... vivir
bien... o vivir más?
De vuelta del hospital al mediodía, la ciudad se muestra
señorial... pero no impone. Son piedras bien amontonadas. La oscuridad le
aporta todo su misticismo. La silueta dignifica su porte. La apariencia lo es
todo.
A mitad de la tarde voy de
camino a otra ciudad, se me ocurren hilaridades para escribir, del rodaje
frenético de mi coche lento brotan chispas de inspiración e imanta mis
emociones, bipolarizo la realidad, camino hacia el paradise según el sentido
del tráfico, según vaya hacia o venga desde el amor caliente e íntimo de todo
lo que ocurre bajo el nórdico... de murallas a dentro, fuera del foco, barrotes
externos, mi rugido a la ciudad, los suspiros menos reivindicativos, el aliento
tras el orgasmo... la libertad está en la felicidad.
Hice la observación de que atender a lo que me decía era anularme. Ya había probado esa vestidura que me hacía invisible en mi reflejo en los espejos, y que me despojaba de mi sombra ajada, de la roña en que marcaba mi huella digital... No me reconocía en sus brazos, pero los anhelaba como cualquier animal que busca calor. Después, siempre vendría alguna voz diciéndome eso de "te vendiste muy barata", cuando no sabía que en realidad me había envuelto de papel de regalo. Me disfraza una sonrisa muy desagradable cuando escucho que no dejará escapar a alguien como yo. Sonrío, mientras la verdad me duele, porque por trigonometría averiguo lo que tardará en hacerlo, es cuestión de sumar catetos al cuadrado para saber cuánto de hiputamusa es. La convergencia de dos líneas perpendiculares en un ángulo recto es así de previsible. Después de todo, me he dado cuenta de los beneficios de estudiar, porque no pensar en mí misma es lo mejor que me puede pasar; estoy igual de sola contigo que sin ti, solo que mi perra sí sabe acariciar de verdad.
Las ganas de comerte el mundo, la mente visualizando besos veinte minutos después, energía de un amor reciente y tardío, ansiado y agónico. Todo a la vez.
Y un perro en la carretera, también.
Los Muse sonando, las ruedas rodando, la noche oscura, y la vida sorprendiendo. Una vez más. Cada tópico con su pareja, redundante eso de que la vida te da sorpresas.
El vals del coche deslizándose por un asfalto sutilmente húmedo era como un baile que la muerte me brindaba mientras ningún fotograma era proyectado como final de camino. Ningún recuerdo en ese momento, ninguna persona en especial. Bastaba con que la vida se deslizaba sobre las cuatro ruedas del mastodonte.
Constricción total de cada milimétrica fibra muscular.
Antes de que ocurriera más, justo en esa fracción de tiempo, yo ya sabía que todo cambiaría. Es ese momento en que la certeza encumbra a la incertidumbre.
Los cristales rotos sonaban a la vida rompiéndose, entrañas de carrocería alemana arrollándose entre sí, mis entrañas encogiéndose de pánico.
Onomatopeyas infrecuentes. Sonidos no reproducibles.
Olor a metal arrugado, y el miedo hediendo.
Gasoil sangrando, fuga de estabilidad, y lo seguro sólo como palabra a partir de ese momento, ya sólo como palabra, eternamente.
Ahí abrí los ojos.
Oscuridad.
Y mil sensaciones rodeándome, torpedeando a mi mente, incapaz de revolverse en ninguna acción, de resolver ninguna situación.
Esto no puede estar pasando. No, no, no, no, no, no…
Sin dolor, sin rasguños. Ilesa, por fuera. Ayer.
Con cicatrices por dentro. Hoy.
Muchos cambios de por medio.
Y la sensación eterna ya, de que no existe la seguridad. Que ampliar la base de sustentación nunca será suficiente.
Que los Muse pueden seguir sonando, que las ruedas podrán rodar… que la vida sorprenderá, de nuevo, tras cada esquina, tras cada curva, con un nuevo perro al que no querré atropellar.
moses Theme - Ennio...Morricone (spotify) Se echó a llorar y yo no sabía qué decir. Me sentía tan inútil que sólo podía leer una y otra vez el informe del TAC, sin lograr aportar una palabra más. La mano se me fue a su brazo, añadiendo todo lo que mi boca callaba. En ese momento se me agarró el cansancio tirándome abajo el ánimo. Incapaz de calcular las horas que llevaba atrás sin descansar, sonriendo por los pacientes, arrancándoles sonrisas por mí. El trabajo no es rellenar informes... sino mantener la calma y la lucidez para establecer el punto medio entre empatía y profesión, puntadas sin hilvanar, camino en zigzag de un extremo a otro, sobrehilando mi discurso mientras me dirijo por el pasillo a la sala de información de los familiares. Pero la mirada intrigante y penetrante de la ansiedad por saber del familiar traspasa el azul de quien no sabe mentir. Y eso no se puede preparar... por muy largo que sea el pasillo que separa LA VERDAD de la verdad.
Son las lágrimas que derramaba por el vacío que me cubría hasta al horizonte más llano y lejano. Son las lágrimas que se me escapan después del orgasmo.
Eran mis ganas por cambiar. Es mi inconformismo por el resultado. Demasiado logrado eso de querer ser normal.
Era saber mucho, es obviarlo todo.
Era desearte… es tenerte.
Una estrella fugaz, un anhelo, un deseo, muchos sueños…
Es la realidad.
Era estudiar, ahora trabajar.
Era Andalucía… Es la distancia premeditada… es La Mancha.
Es el dolor lo que necesitaba salir.
Ahora que soy feliz, el egoísmo lo guarda para mí.
Hace meses, la virtual página en blanco del ordenador era una invitación a verter gotas de escandaloso olor a verdad. Una tentación. Hoy no me provoca su inmaculado aspecto. Tachar ya no es reconocer un error y aprender de él. Miro a mi alrededor y las cosas sólo se me presentan como objetos o hechos, la imaginación ya no los vincula a historias, ni el presente es capaz de conjugar pasado y futuro.
He perdido algo… Eso que mezclaba lo bueno y lo malo hasta un nivel molecular, tanto, que las grietas por las que se filtraba la energía hacia lo inútil y negativo se cerraban, y los días grises se abrían finalmente atravesados por leves rayos de sol que yo era capaz de ver.
Ilusión. O magia. No sé, ya no sé cómo lo llamaba la gente. Para mí era algo vital.
Me sonreía hace tiempo cuando pensaba en lo imposible de perder algo tan inherente a mí, como mi sombra, sin la cual yo no me significaba como Yo. Pero el supremo esfuerzo del último mes de estudio por fin y por segunda vez en mi vida pudo con mi magia. Mil vueltas las que dí cada día de ese mes, jugando a la gallinita ciega. Los días, contados por veinticuatro horas sin barreras circadianas… Perdí la orientación. El único objetivo que demolió todos los proyectos del camino. Un objetivo que… en realidad, era un paso más, pero que me dejó con articulaciones anquilosadas para seguir andando después.
Hay quien busca la definición de yatrogenia en el google y les lleva a mi blog… Es el daño que provoca la medicina, como un efecto no deseado de su uso, porque es un arma de doble filo, y también es lo que la hace humana, algo más de este mundo, que todo ying tiene su yang. En este caso, la medicina me dará la satisfacción de ejercerla, pero también me ha robado parte de mí.
No acierto a exponer mejor lo que ha sucedido. Sólo sé que yo antes era otra persona. Y no sé si merece la pena continuar doliéndome por lo que he perdido, sin saber exactamente lo que es, o quizás la mejor estrategia es empezar de cero… que de eso, ya sé cómo es.
La vida se precipita en cada final del día, bordeando el sueño, con cuidado de no resbalar a la inconsciencia sin haber pensado antes algo memorable... esa frase que escribiría en un papel, en la pared, en el espejo, y leer al amanecer... Empezar el nuevo día partiendo de algo grande, y hacer algo aún mayor... Crecer. Lo intento. lo que te hace grande
Disecciones:
música
,
sueños
Publicado por
innuendo
De repente, nada de lo que viví me sirve para establecerme ahora. Amplío la base de sustentación... en el metro, en el bus, en mis minutos en movimiento... Nada se tambalea, controlo, controlo, porque yo voy bajando por la escalera en espiral, rodeando la realidad... así es mi hospital, mi miedo a afrontar. Aquí no se huele a claveles y geranios... Hoy esperé a ver la temperatura que haría mañana en Córdoba. El norte de mi brújula es el sur. Sigo embragando el ritmo, sin saber si reducir o acelerar, suelto poco a poco, pero se queja el motor... discordancia entre querer y poder. me doy unos días más en punto muerto.
por aquellos días fuera del mundo, hoy metiendo el dedo gordo del pie en la piscina, tanteando la temperatura del exterior de mi burbuja.
Los primeros pacientes ya tienen nombre, apellidos, un número de historia, una planta, habitación y cama.
Me he disuelto en epígrafes, maremágnum de pruebas y papeleo. A veces, lo más preciso es hablar con el radiólogo personalmente, a veces, hablar con la familia, y hay veces que hasta hablamos con el paciente... Pero no quiero ser injusta. Miramos a los ojos, y nos dirijimos con cariño, apretamos con confianza la mano y transmitimos un tono de serenidad, de descafeinada esperanza por cortesía.
El lunes preguntaré por quienes me han absorbido en apenas 10 horas de trabajo. Podría ser mi padre, mi madre, o nuevamente mi padre... Yo no he hecho nada, sólo escuchar. Y algo de pensar.
Soy médico, y sigo buscando el equilibrio, y ahora sí, entre el beneficio y la yatrogenia.
El infinito son unas gafas que me coloco cuando no te veo, cuando te recuerdo en blanco y negro, en verde y rojo, dimensiones para los pasados besos. El infinito son unas gafas que me quito cuando nos vemos, cuando todo mi mundo se halla concentrado en tus ojos, cuando tu reflejo en mi reflejo se rompe en el prisma del Deseo, … la visión se emborrona, el tiempo deja de contar, y sólo me importa el infinito… el infinito placer de tu boca.
El paradigma de esto, al forzar la gráfica de los dos parámetros, es el Metro, el máximo paso de personas por unidad de tiempo... O tú, el mínimo de personas que ocupa mis 24horas. La curva, tan maleable como el estaño o el papel antes de arrugarse, da mucho de sí en estos meses.
Lo cierto... la verdad... la certeza... es que no sé qué escribir. Me perdí y no he empleado ni un segundo en buscarme, simplemente he querido limpiarme de todo lo que adquirí; no he vivido ni para empezar a inventar; y me he liberado de tal manera que ya no necesito escapar. Vivo, y he vivido como todos los que nuncan han existido fuera de sus nombres y apellidos.
Me siento demasiado vulgar como para tomar mi pluma. Y quizás debiera sustituir lo de vulgar por... sencillamente feliz, porque así es la felicidad para mí, la sencilla vida de una persona vulgar.
Y con estas líneas escritas aún me siento indigna, por eso lo del silencio, porque no hay nada que contar... sólo personas y tiempo.
Pensaba que tenía tan poco qué decir, que poco podía contar, y de ahí el silencio. Después pensé que podría ser el pródromos de una larga lista de infecciones simultáneas, muchas batallas por desgranar, hechos atascados en un mismo orificio que sirve de entrada y salida.
Indigestión.
Ya he usado a Dalí, Rachmaninov, Borges, Tchaikovsky y a El Bosco para autoestimularme, provocarme el vómito de sensaciones, una diarrea mental de ideas, brain-stormy-weather…
Y sí, llueve. Pero no moja.
Perdí más de lo que expuse. El examen y, posteriormente, la tranquilidad han erosionado lo que dejé desprovisto.
Desorientada, desintoxicándome y sin abstinencia, sin pulsión.
Des- y sin. Lo que no es, lo que está vacío de lo que había.
Por la futura libertad, por enterrarme en una cama y renacer, por respirar algo más que tres letras, acrónimo que asfixia, acorta y deforma el tiempo. Poder hacer el Poder de aparecer sin consultarlo. Por el Poder de Libertad, y cursivear en tu piel, curvilíneas hacia un centro compartido, un ombligo nuevo, remolino que conjuga dos vectores rebeldes. Por la futura libertad. Me olvidé de escribir, pero cuando recupere libertad, te buscaré en un vuelo rápido, y brindaremos… por todo lo que nos queda por inventar.