estás ahí, justo tras de mí.
Solo un paso en falso, y caigo en ti,
[en mí].
En la oscuridad.
En la siguiente curva, en el millar semanal,
eres ese zapato accidentado que quedó en el arcén.
En la libreta rancia y dorada,
eres folio en blanco por desvirgar.
Eres la alarma en cualquier cama de guardia,
a la que me adelanto cada mañana.
Eres un mal gesto.
Una sensación continuamente recordada
recuperada mi amnesia anterógrada,
olvidada mi memoria retrógrada.
Un dejà vu.
Tras de mí.
Una señal
disfrazada de un good luck
Estás ahí,
por mucho que me empeñe en obviarte.
De eso se trata mi vida,
[a días,
en ignorar lo que soy en raíz
[tras de mí,
lo que vive bajo tierra
y esconde la primavera.
Pero mi elección es obscenamente franca,
que me ayude a vivir arriba, en las ramas,
en el nido de nuestro árbol bronquial
aunque fuera cáncer, siempre gana.
La elijo a ella, con su luz bien,
y a pesar de sus peores tinieblas
son más lúcidas que el mejor
de mis enterrados propósitos.
Elijo nuestro camino de error
bendito, contra pronóstico.
Déjame, oscuridad, que viva en sus tinieblas.
A ti solo te dedico lágrimas
cuando la felicidad me ciega.
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decidí un buen día no gritar,
los puñales los guardé con cuidado y terciopelo,
[hacia dentro
las palabras me las clavé, sin preludios,
ni espacios, ni puntos suspendidos.
decidí Serenidad, con la boca pequeña,
con los labios sin morrear
con voz desalmada
con cuerdas sin tensar.
decidí que era un buen día para no gritar
que prosperará la suerte,
que de tus besos encuentro fuente
y pulsión para continuar.
gritando sin voz, el día decidió por mí
que Rach haría de traductor,
para trascender mis gritos,
hacia tu más allá.
Que Rach se convertía en mi vodka
en las noches que no debiera extrañar
a mi suerte, un vampiro y a mi sombra.
- Reparte cuerda, percute y a sangrar.
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Ya sabía lo que había. Lo supo en el primer momento que se comienza a sangrar. Le dijeron que se podría estudiar, que habría que tratar, que existía la posibilid... Lo siguiente se amortiguó en un sordo murmullo lejano, mientras se miraba la tripa.
Siguió viviendo con una verdad interna, como una manzana mordida, envenenada y que se sirve para pudrir. Algo dentro de ella le estrechaba el paso de la vida, algo sutil, que le oprimía y ahogaba en silencio. Rumiaba lo que no se hizo y se pudo. Rumiando logró no obstruirse, con sensaciones amargas que no digirió, deseos no dirigidos que volvían siempre al presente, sin superar ni defecar.
Desear lo que tienes, tener lo que deseas. Cuando esa máxima confluyó, descansó en paz.
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