Quería comenzar aquella etapa lo más limpia posible, filtrar al máximo mi esencia para empezar de “0”, eliminar todo lo anterior, hacerme de nuevo.
Y en esos minutos de no mirar la aguja que se llevaba un 10% de mí, concentraba en mi mente todos los malos recuerdos, y los enviaba hacia esa vena mediana cubital, destino de cada hematíe que había sentido ilusión y respirado el oxígeno del amor, de cada leucocito inflamado de deseo, y plaquetas ansiosas por pegarse unas a otras.
El enfermero me dio las gracias y yo se las dí a él, y mentalmente continué diciendo: por llevarte mis oxidantes ilusiones.
Al salir del CRTS, miré el bocadillo de jamón como si fuera el billete de viaje hacia un lugar nuevo.
La comitiva funeraria pasaba como una sombra negra de silencio. Todo, la vida y también la muerte, Todo pasaba bajo mi balcón. Yo, de igual manera, debía seguir predicada a mis letras subrayadas y continuar el estudio.
Exhalé lo que surgió por inspiración, y la inspiración misma la coloqué como brazalete negro de mi condolencia, no con el muerto de aquella mañana, sino por todas las palabras que aborto, que a veces ni pienso, y otras asesino tirándolas arrugadas a la papelera.
Y es que… el estudio es un teratógeno de primer nivel. Sólo me salen monstruos.
Muchos de estos días de corazón tranquilo, tengo un rato tonto pensando en lo que me altera… tú, o todas las versiones posibles de ti en cada detalle que me recuerdas. Y es curioso, que no confiaba en que llegara por fin este día, que se mezcla con todos los demás por tu silencio.
¿Te lo puedes creer?
No, no digas nada. Dímelo de pensamiento, sin sentimientos, sin palabras ni mayores atrevimientos.
Echo de menos que no uses tus artes para romper la calma que tantas veces te pedí. Ahora te callas. Y yo ando sorda sin tu rumor. Extraño las chinches que me mandabas para no poder dormir. Te sentía sonreír kilómetros allá, por escucharme dar vueltas por ti.
Que… ¿qué quiero decir con insípido? Ese día en que lo más emocionante es que me dio por comprobar si mi cuerpo podía ingerir líquido mientras lo perdía (un momento de lo más memorable, tipo paja mental de Médem). Y así, en ese filtro de mi polidipsia, todo quedaba insípido, lavado y sin sabor en mi interior. Todo lo que entraba, salía. Eso es un día insípido.
[verídico] Como de venir de una ensoñación dulce, Michael Bublé me transportaba a mis pensamientos más románticos, en la cama y con los torsos descubiertos, yo me declaraba por susurros, casi de boca a boca, con la tenue luz que pueda haber en una noche clara, entre las chispas de ojos amantes… y justo así, todavía en minúscula y sin puntos y seguidos, apenas suspensivos, en ese embelesamiento, acabó bublé, y el aleatorio me despertó (castigó) con esto:
La explosión se ha quedado en un liviano gemido de cansancio, porque los suspiros son otra cosa; ni es bufido de disconformidad, ni un gruñido para ahuyentar. Ha sido como disfrutar la horizontalidad extrema, no sólo la de la cama, sino hasta rodar por un EEG de lo más plano, sin alteraciones hemodinámicas, con un registro cardiográfico sin apenas ondas… hibernando en un verano ya estacionado.
Escribí, sí, a pesar del silencio. Por puro desfogue. Lloré sin emitir sonido, sin exhalar ni un poco del aliento de la desesperanza, porque ésa me la quedé sólo para mí. Fumé, para poder toser y así hacer ruido, para echar algo al exterior, para soltar lágrimas irritadas de quien no sabe fumar.
Ahora no importa la cronología de dos meses de decadencia espiritual. Me perdí. Eso es todo, sin esculcar en las fases. Me perdí. Y ella no estaba allí. No es circunstancial. Es que nunca estuvo. Los fantasmas son así de abstractos y evasivos, no hay por dónde cogerlos.
Inventé fotos, frases, genialidades de la locura, anécdotas épicas para mi vuelta. Pero la explosión ha sonado a bluff.
El planeta nos devuelve con estos atardeceres todo lo que le estamos haciendo. Hablan de la misericordia de dios, mientras ignoran un ser aun más superior.
Vuelvo con música, pero sin letras. Y como decía Gaingsbourg (padre), je suis venu te dire que je m'en vais. Pero dije hasta el cuarenta de mayo, y hoy es cuarenta y uno. Sólo para decir que hoy río, por no llorar. Me encanta el tema, son esas pequeñas cosas que no desaparecen ni en los peores momentos. Muy buen disco el que esta gente han editado. Cuando acabe la agonía, ya podré hablar. Ahora sólo me abastezco de música, redbull y la compañía peluda de mi perra.