después de haber repasado los títulos de los libros que ocupaban el estante de autoayuda, pensó que le calentarían más el alma si encendía una hoguera con ellos que releyendo sus mensajes de mrwonderful.
Le decían que tenía el corazón enorme, que no le cabía en la caja, vaya. Y lo tintaban de tristeza y preocupación. Cómo iba a ser aquello un problema. Tenía en sus aurículas y ventrículos espacio para albergar todo tipo de sentimientos hacia el prójimo. Tanto, que no le quedaba aliento para sí misma, y darse ánimos era, más que empujar una sonrisa, un resuello de lo que quisiera.
El fuelle resoplaba pero no bombeaba.
Se pintaba las acropaquias y disimulaba la cianosis labial con carmín. Intercalaba sonrisas con resoplidos, una manera de transmitir que por dentro iba la procesión y que viva triana.
Todos los que mirábamos aquella placa sabíamos que no llegaría a la operación. Le sonreíamos y nos daba vida mientras intentaba respirar. Más de uno le habría estrujado aquel gigante un rato para bombear mejor. Pero nadie podría regalarle unos minutos de vida más vividos que los que ya tenía.
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