Pensé en ritmos circadianos, en la estructura helicoidal del DNA en una visión lateral, como las colinas del suave paisaje, cimas y simas, picos y fosas marinas, en sus más y sus menos, en la montaña rusa y su risa, en el registro electrocardiográfico de mis alteraciones al oírla; eran ráfagas como las del faro en mitad de la noche, eran días buenos alternados de malos, como lo que dibujan las olas del mar, como sus caricias en mi espalda, describiendo ondas de sensualidad.
Como la camiseta de mi equipo, como las teclas de un piano, como un chiquillo mellado, la manta que me cubre, como un día de nubes y claros, lo mejor y lo peor de mí, hoy no hay cuadros, sólo líneas que no se encuentran, que no se topan, ni se cruzan, ni se buscan, esa es la cara y la cruz.
Bipolaridad a flor de piel, unos ojos como miel, y Lucía en el cielo con diamantes, como un hola y adiós, como el registro sísmico de un día tranquilo, como el registro de mi ánimo a lo largo de los días, como la tortuosa carretera que transité con ilusión, como la tortura de una ausencia que nunca fue presencia. Martha, Julia, Michelle… Como hablar de la verdad y esconderla bajo mis habituales mentiras, nombres ajenos, nombres ligeros.
Temblorosa, como la llama de una vela, como las luces que parpadean en la campiña nocturna, como mi mano al firmar el odio social, como mi mentón, inestable como unas lágrimas contenidas a punto de derramarse, disolventes de la congoja, insolventes en el nudo de la garganta, gigante… descomunal bola que impide decir la hora… Las siete y veintisiete.
Un gran dragón chino de desfile por la calle, con sus idas y venidas, subidas y bajadas, líneas discontinuas de camino a casa… el automático puesto a 120km/h, y una curva, y el coche incapaz de girar, de adaptarse, ni yo de mirar, de reconocer, de admitir, asumir, asociar, superar…
Su inconstancia plasmada en una gráfica, como la de los senos y cosenos, logaritmos que van y vienen... ¿Más? Torsades de Pointes, volúmenes respiratorios en constante evolución, una fibrilación auricular, como los relojes doblados de Dalí, escalas en el pentagrama, curvas de presión sanguínea, el discurrir en un EEG del sigmoideo trayecto de mis ideas más ondulantes, mi concavidad y su convexidad, como una alarma sonando, las siete y veintisiete, la intermitente suerte dentro de una ambulancia, en sus luces de emergencia, en el sonido de su sirena, que va y viene… que va y viene…
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