El vaso del café es de plástico. En realidad, siempre lo fue. Pero hoy es más plástico aún. Lo miré y pensé que había un dedo menos de líquido… La crisis habrá provocado que poco a poco hayan reducido el contenido, para que la gente no se diera cuenta. Yo hoy lo he advertido todo. No había magia que maquillara la realidad. El plástico del vaso, menos café, algo menos caliente de lo que antes hervía. Hoy no te habrías quemado con tu impaciencia. Al estar tan sólo templado, no he tardado en tomármelo. Sin sorber, sin soplar. Como beber agua.
Al bebérmelo rápido, apenas ha durado el descanso… Tampoco es que hubiera una conversación que lo prolongara. Tampoco quería detenerme más en mirar unos árboles caducos, únicamente con su esqueleto, sin hojas, y casi podía sentir su temblorosa desnudez. Trasparentes. Como el agua.
Hoy me fijé en ellos, y siempre habrán estado ahí, pero nunca los vi. Todo ha sido una cadena de ausencias, de notar las deficiencias.
El corrillo de las mujeres de los laringuectomizados está donde siempre. Pero hoy no me acompañaba el agudo comentario sobre su marujeo.
El espacio de enfrente no está colapsado por rotuladores. Pensé en poner el bolso justo en esa silla para que nadie suplantara ese sitio. Pero luego he decidido que ojala alguien se siente y lo colme con sus libros. Pero parece que hay un cartel invisible que pone Reservado, al que todo el mundo hace caso.
La chica de al lado no se queja de mi pierna inquieta.
Hoy no hubo prisas en mis movimientos, y sin embargo, el descanso duró menos de lo que era habitual. Ha sido tremendamente insustancial. Como el agua.
Al bebérmelo rápido, apenas ha durado el descanso… Tampoco es que hubiera una conversación que lo prolongara. Tampoco quería detenerme más en mirar unos árboles caducos, únicamente con su esqueleto, sin hojas, y casi podía sentir su temblorosa desnudez. Trasparentes. Como el agua.
Hoy me fijé en ellos, y siempre habrán estado ahí, pero nunca los vi. Todo ha sido una cadena de ausencias, de notar las deficiencias.
El corrillo de las mujeres de los laringuectomizados está donde siempre. Pero hoy no me acompañaba el agudo comentario sobre su marujeo.
El espacio de enfrente no está colapsado por rotuladores. Pensé en poner el bolso justo en esa silla para que nadie suplantara ese sitio. Pero luego he decidido que ojala alguien se siente y lo colme con sus libros. Pero parece que hay un cartel invisible que pone Reservado, al que todo el mundo hace caso.
La chica de al lado no se queja de mi pierna inquieta.
Hoy no hubo prisas en mis movimientos, y sin embargo, el descanso duró menos de lo que era habitual. Ha sido tremendamente insustancial. Como el agua.
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