El limbo de las palabras no dichas

Tengo las manos manchadas de tinta desde que conocí tu indiferencia, esa manera tuya de rajarme para que brote desesperación. Yo, por no estrujarte el cuello o disfrutar con tu sangre, me mancho las manos con las palabras no dichas, ésas que escribo por no escupírtelas, y que hasta de escribirlas me arrepiento; y aún brillantes de frescura, arrastro mis huellas mientras los ojos cierro, en un ejercicio de desahogarme y hundir más mis palabras en el limbo en que vagan las frases, ni muertas ni vivas, abortadas, como fantasmas de mi desdicha.

viernes, 3 de septiembre de 2010 a las 9:44 a. m.

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