Fuego controlado

Aprieto la letra y los dientes. Dominar la pasión. Pretender no avanzar más.
En lo más recóndito de mí estás tú. Allí, sólo allí, en lo profundo, te he dejado que persistas en mí, no de otra manera, sólo en lo hondo de mi consciencia, y plenamente en mi inconsciencia. De esa forma, no dejas entrar a nadie en mis sueños, rehúyes todo lo nuevo. Me esfuerzo por taparte, pero mire donde mire me enfrento con el indescifrable color de ojos que tienes. Tu presencia se ha hecho maldita. Nuestra relación, un fuego controlado. Me he vinculado a una culpa que yo no busqué, la de romper la inocencia de lo casual y fortuito, lo maravilloso de una amistad.
Sabes lo que yo ni me atrevo a asumir... Pero cuando cruzamos la mirada y no pronunciamos palabra, me dejas llena de dudas, hasta qué punto sabes, cuánto tengo que alejarme para no molestarte, qué distancia es la políticamente correcta, no sé ni cómo hablar, me debato entre tocarte o rasguñarme por no hacerlo.
Aprieto la letra, los dientes, me muerdo la indecisión, o el puño enrabiado por no saber qué hacer, pataleo, me contraigo e involuciono, hasta dejar una sombra solitaria... la sombra es mi cobardía, eso es lo que queda cada vez que te doy la espalda, y me voy con la úlcera a otra parte.




... a aquello que una vez fue trastorno.

viernes, 10 de septiembre de 2010 a las 3:45 p. m.

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