En el decrépito retrato que eres hoy; reflejo, hoy sí funesto, de la algarabía exuberante con la que ayer te engalanaron; hoy sí me recuerdas a lo que representas, la muerte y el olvido. Una suave brisa se va llevando poco a poco la esencia con la que te perfumaron; las calles están coloridas de blancos, rojos, rosas, naranjas y morados estandartes del infiel cariño que te deben los que sólo ayer fueron. Sólo ayer. Y todo me abstrae al más arraigado carácter del andaluz, español por antonomasia: la hipocresía.
Con tanto aroma floral y colores vivos… entonces ¿por qué decrépito? Porque hoy vuelves al sentencioso silencio en que enmudecieron todos los que en ti habitan, la visita se acabó, y la aplastante soledad, con el sol y el aire como únicos visitantes, te devuelven a la rutina. Y las gentes saben que permanecerás en el mismo sitio, impasible, verdadero, hasta que la falsedad pasee de nuevo unos días antes del que hoy corre.
Sigue, pues, blanco e impoluto, donde los vivos guardamos los recuerdos, y más que guardarlos, aprisionarlos tras unas lápidas para que no nos duelan, para rehacer nuestras vidas de vivos, que con el dolor continuo de vuestra pérdida no hay vida que merezca la pena.
Dormid, pues… morid.
Con tanto aroma floral y colores vivos… entonces ¿por qué decrépito? Porque hoy vuelves al sentencioso silencio en que enmudecieron todos los que en ti habitan, la visita se acabó, y la aplastante soledad, con el sol y el aire como únicos visitantes, te devuelven a la rutina. Y las gentes saben que permanecerás en el mismo sitio, impasible, verdadero, hasta que la falsedad pasee de nuevo unos días antes del que hoy corre.
Sigue, pues, blanco e impoluto, donde los vivos guardamos los recuerdos, y más que guardarlos, aprisionarlos tras unas lápidas para que no nos duelan, para rehacer nuestras vidas de vivos, que con el dolor continuo de vuestra pérdida no hay vida que merezca la pena.
Dormid, pues… morid.
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