Fue calificada como “errónea”. Para mí, con que empezara con Barry, ya era la más adecuada. Era la noche adecuada.
Él picaba y surgía el prurito, el escozor de la curiosidad, explotaba la burbuja que contenía lo vertido en silencio, ponía de manifiesto los colores en las mejillas, subía la bilirrubina, destapaba el descaro, paseaba el deseo… ¿Feromonas? ¿Entendimiento? La chispa inicial y el mejor acompañamiento. Qué más da… el resultado es personal.
Con Barry no hay incertidumbres, es sensualidad productiva, no la que se pierde en tantos gestos, sino la que lleva a otra cosa, puntos suspensivos que continúan en párrafos de puntos y seguidos. No el desnudo integral, sino horas y horas de disfrute del gerundio.
Qué mal llamados otros como los reyes del soul, o del funk; él que no aspiró a apellidos decorativos… lo suyo era y es provocar la llama, y cuántos recién nacidos debieran llamarse… Barry White. Aquí una que no te olvida, Maestro.
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