Inquietud ¬ incertidumbre ¬ Mis Incoherencias… El amor llamando a la puerta, cuando todos hablábamos de otro tema. Salvedad extrema, estados de alarma, call me irresponsible, baby… Sociedad al Treding topics de tendencias, y yo sin un viento definitorio, ni una brisa pasajera. Iglús sin primavera. Silencio disolviendo lágrimas ya inocuas, tranki que no hacen daño… no manchan, ni queman… sólo quieren jugar. Socarronas. Entre algodones, una tristeza funcional. Con un puñado de frases que no son mías, una expresión facial mimetizada, y metáforas con los bordes amarillentos y ese olor rancio de billetes pasados. Trazos largos, como jirones de ropas desgastadas al viento. Sin saber muy bien qué hacer, hacia dónde soplar. Y entre mil posibles destinos, en lo más intermedio de todos mis vectores, entre nostalgia de actos adultos y contabilizados, ésa de la madurez, melancolía bien vista, beba con moderación la droga estatal… recuerde con moderación todo eso que todos perdemos alguna vez… y bienvenido al estado adulto. Y mientras daba vueltas sobre mí misma, como perro antes de echarse en la esterilla, el amor llamó a la puerta, cuando todos hablábamos de otro tema. Y los demás… los demás que aguanten.
Hay instantes en que me pondría a largar tanto como lo que no hablaría en prolongados estados de silencio. En pocos segundos diría lo que necesito callar durante mucho tiempo. Soy de las que hablaría sólo con el semáforo en ámbar. Y el rojo sólo me pone para saltármelo. Y mientras trato de suavizar mi verdulerismo para no mandar a nadie a la mierda, porque lo que más me apetece es irme yo misma a enfangarme de malas maneras... hoy estoy de lo más cerda. Será que advertir la pista de quien debiera haber aceptado las heces como mi destino preferido para ella me pone de leche agria, o mala leche. En el fondo, te agradezco, querida, que hoy aparecieras por mi día como hipótesis renovada de que no lograste desintoxicarte, eres tan predecible... Es igual, que no lo entiendas tú, ni quien lo lea. Sólo quería dedicarme un día tangado... tangando, precioso gerundio inventado, mi presente piantao!
ah, a ti... rewísate lo de la rehabilitación (disculpa las faltas de ortografía, es que no sé cómo escribirte para que lo entiendas).
Incongruencias aparte, aquí dejo algunos enlaces tangados.
Escena de la peli Scent of woman, tema: Por una cabeza [música de Carlitos Gardel, interpreta creo que Itzhak Perlman al violín]
Decidió tomárselo con calma. Le faltaba una taza de café humeante para alcanzar lo cinematográfico. Se sentó próxima a la ventana, a disfrutar de la misma inclemencia que la sitiaba en casa y frente al calefactor, una tormenta, pesada por lo prolongada que se estaba haciendo, como una visita incordiosa, generosa en rayos y truenos, florida, estruendosa, que rompía un jazz estandarizado de fondo. Vale que le gustaban las tormentas aparatosas, pero esa noche le apetecía pizza y besos.
Al espectáculo lumínico, le acompañaban los reflejos de las luces urgentes de una ambulancia, multiplicados en su escándalo por lo mojadas que estaban las superficies.
Había llovido, desde la última vez que hundía letras en el papel de pensar. De sólo repasar a grosso modo todo lo que había cambiado todo, le invadía el vértigo de no reconocer el presente, y se le quebraba la voz interior y las líneas seguras de su caligrafía, como rayos por el cielo, dividiendo en un antes y un después el tiempo.
Todo parecía rebotar más de lo habitual, y un solo hecho se reproducía en cientos, como las luces en reflejos, los sonidos en ecos, las imágenes en recuerdos, el calor en abrasador, las ganas en ansiedad, las gotas en infinitas al romperse contra el suelo, y yo, o ella, se sumaba entre corchetes cada día que pasaba, nada coherente, cada jornada con una identidad diferente, un concepto nuevo una letra para cada sumando 3a + 11b + 1c + 4d… qué imposible llegar a conocerse así (myself, yourself…, reflexivo en su totalidad), álgebra complicada para quien siente no saber nada.
Ésas son las coordenadas en las que se dibuja la actualidad.
Un Felipe González que mueve una ficha de rendición, insólita debilidad, remordimientos iluminados en una España que no entiende de LoSiento. Un señor X a punto de destapar su incógnita, de resolver el misterio, de dar alas a los hipócritas que no habrían dudado en volarle la tapa de los sesos a los que tanto daño nos han hecho. Pero dentro de todo, hay que ser políticamente correcto. No es lo mismo matar, sin ni siquiera juzgar, a unos españoles y cerca de casa; que mandar las tropas allá a donde no importe la lejanía y el temblor con que se apunta a través de la mira, allá donde no nos salpique la sangre también inocente.
Y, i griega… banalidades del lenguaje, debates sin fundamento, escalas, dicotomías del bien o el mal, falta de ortografía, falta de sensatez, viejarrucos que demandan un poco de atención a su autoridad en la lexicomanía, perdón, lexicología. Órdenes alfabéticos que no respetan el azar, guerras por poner un titular que reste importancia a la Realidad. Vigilen la M antes de P, que la Miseria y Pobreza ya se conjugan alternándose como sinónimos de muchas personas.
Zeta de un presidente, un gobierno, un proyecto que no ha podido ser. PseudoZapaterismo, ya se revirtió el ZP por el PZ. Se le han ido los grandes temas de la izquierda, y a saber cuándo volveremos a tener una oportunidad para profundizar en el progresismo español. Sahara es un volcán incómodo, latente y abrupto en sus explosiones a la actualidad. El mundo el campo. Una verdadera apuesta por difundir la información como educación. Laicismo descafeinado. Un Yes-We-Can pasado por la economía, estados gobernados por especuladores y agencias de tasación de la deuda…
Un ombliguito dibujado en X Y Z, y el resto del cuerpo pudriéndose en la miseria.
Sólo espero que el amor me siga anestesiando durante mucho tiempo más.
Sobran las palabras, ¡¡es que es viernes!! Qué temazo, qué drums&bass, house delicioso…
Y digo que es viernes, porque mañana es sábado…
La imagen es de la Mesa de los siete pecados capitales, de Hieronymus Bosch, pa entendernos, de El Bosco, y está, como otras pìnturas de este genio, en el Museo del Prado, en Madrid. No sabemos ni lo que tenemos por allí… La he volteado un poco, para ver bien mi transgresión favorita.
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Volver cobra significado cuando alguien se fue. A veces, pasa que quien se va es para siempre, entonces sale una excepción a lo de volver. Y otras, que no hace falta irse para volver, que con despertar ya se volvió de algún lugar… otra excepción. Sin llegar a irme, vuelvo, yo, que me quebré, y rápidamente me juntaron, ¿quienes? La realidad, actualidad, canciones de pegamento, besos que sueldan, brazos que abrazan, palabras que arropan… Abrí los ojos en mitad del humo, del desconcierto, del miedo, de la oscuridad, del silencio.
La canción es por poner un título, para no pensar cuando no tengo inspiración.
Sería injusto no hablar de Queen y One vision ayer. Hoy ya tengo gana de colgar algo aquí, sin embargo, hoy tocan los Presuntos. El cariño, o esas cuatro letras, que no me dejan escribir de lo banal, ni de lo abstracto, ni de lo perro que es el mundo, que percibo tan sólo por un enlace. Sólo eso de mundo, con eso me conformo por saber, que siento que ya es mucho, con lo siempre insuficiente que siento de ti, con todo lo que siento por ti.
Eso que nos pasó una vez… fingiendo que fingías que me amabas.
[Por cierto, que me he quedado pensando mientras veía el vídeo del directo de la canción, y es que el pianista se parece mucho a Chano Domínguez, y el flautista le da un airea Jorge Pardo… No me extraña que se les parezcan, porque tocan igual de bien…]
No recuerdo qué día era, no me dí cuenta de la hora, todo lo que sé es que me enamoré de ti, y si mis sueños se hacen realidad, pasaré mi tiempo contigo…
I love you more today than yesterday, but no as much as tomorrow…
[de la BSO My Girl, 1991, pa ponerse mu tonta cualquier día es bueno]
La carretera se retorcía en un nudo de incorporación, mi lengua hacía movimientos imposibles por eludir el mal sabor de la derrota, y mi intención era la de rodar mi pensamiento tanto como las ruedas, por los kilómetros oscuros y solitarios de la noche.
Todo consistía en dar vueltas, consolarme en otras curvas, ésa era mi estrategia para caer en un error renovado cada vez que tropezaba con sus labios.
El rastro helado de una mirada despectiva extinguía la vida de una ilusión mil veces remendada. Es ese instante en que regurgitan los – Ya lo sabía - , - te lo dije -, y demás frases preventivas, ardores de lo que se podía haber evitado, el regusto bilioso de la estupidez humana, ésa que habla de caer en los mismos errores.
Miré el cuentakilómetros y lo que vi me dió calor.
La radio comenzó a dar el sonido despeinado de un blues, una guitarra vibraba por resignación y yo supe que era un buen momento para sonreír con sorna, esa sonrisa que no debiera descubrir nadie en nadie. El pútrido gesto de la autocrítica. Era mi momento six six six. Y el infierno, o lo que fuera aquel cobijo cálido, me dio valor, calor y lugar para odiar, convocar a las palabras justas y contundentes del Nunca Más, alegato y despedida escupidos con sangre y rabia, como la primera piedra para refundar mi dignidad.
Hoy, mi juramento del Nunca Más se deshace en el cursi devenir de un Tequiero, dentro de un círculo vicioso del que ya no quiero salir.
Es lo que ocurre cuando se te cruza un ángel por el camino, aunque sea el caído.
Cada día suelo dedicar unos cinco, diez minutos a patearme el hígado, hemolizarme el progresismo que llevo en las venas y ulcerarme el concepto de libertad de expresión. Por puro sadismo. Como cuando leí los primeros treinta días de “120 jornadas en Sodoma”. Y cada día exploto un poco más mi depravación con esos minutos viendo Intereconomía, y en una libretilla mental voy apuntando esa manera emergente y engominada de insultar, que tan elegante les queda con sus corbatas gruesas y aires aristocráticos. No me conozco los nombres de estos académicos de la lengua viperina española, estos lumbreras católicos, ultras en conserva, machistas y machotes, muy machotes. Tampoco es cuestión de malgastar la memoria.
Fue especialmente tóxica la sesión de ayer, cuando, con un manoseo oculto de testículos, silabeaban y vertían babas envenenadas sobre el nombre de la ya ex-ministra de igualdad. Por la saña y sordidez de sus palabras deduje varias anotaciones: primero, que les pone cachondos esta señora; segundo, que sus esposas no les permiten el sexo anal y eso les frustra extremadamente; y por último, que no es necesario licenciarse para poder ser colaborador (no ya en telecinco, válgame dios) sino en una supuesta cadena seria como atestigua su nombre.
Hay quien se machaca el cuerpo a abdominales, o que se alquitrana los pulmones a base de cigarrillos, o que se embadurna las arterias con colesterol. En fin, todos tenemos hábitos discutibles. Lo mío es la resultante de laceración mezclada con placer. Pero lo de estos señores... miren, un consejo médico, háganse ver lo de la misoginia.
Bajo las deshilachadas hojas de un árbol anónimo... No, mentiría si dijera que no miré su ficha técnica, pero no quise romper la magia del momento sin ti, pero contigo, y no apunté su nombre y apellido. Bajo la intermitente caricia del sol, como el hipnotizante movimiento del péndulo del ilusionista, me olvidé de todas las canciones que suenan a octubre, del caprichoso collage de los rojizos, marrones, amarillentos y verdes pajizos de los árboles, de los labios resecos por el viento solano, de la ternura de este otoño. Intenté oscurecer el ambiente, recortarme de la estampa del parque, pegarme a tu cuerpo dentro del coche, mucho... mucho tiempo atrás, y sudar con aquella ansiedad, un Piazzolla esquivando notas de lo insubstancial, en mi mente, sólo en mi mente, palabras escurridas de cualquier sentimiento... Y no, supe que ya nada era igual, ni lo rasgado que sonaban los bufidos del deseo, intenciones tan intermitentes como las ramas y su vals, ni lo áspero de tus excusas mal nacidas, peor dichas, fuera de lugar aquellos arañazos que se ensañaban contra caricias asustadizas.
Ahora te miro más de frente que de lado, y me maravillo con la empatía de nuestros cuerpos al pasear. Ahora me importa el calor, y mucho más lo cálido; y más que el gemido incluso grito, el suspiro, el susurro, todo lo no dicho, lo que expelen tus labios sin sonido, en un atisbo por eludir los oídos de tu dios, como quieras que llames a tus miedos. Me importa Piazzolla, pero sólo si me inspira amor, que ya se nos pasó la época del roce astilloso de dos maderas dispuestas únicamente a quemarse por fricción, sólo para arder en segundos y carbonizar ilusiones temporales, ahora hundo mis manos en tierra fértil, sembramos tímidas varas erguidas de ilusión mantenida, quizás se envíen brotes para contactar y encaramar un futuro desnudo de lo tangencial... Hoy sólo pretendo cruzarme a conciencia, con escandalosa evidencia, trazar mil remolinos a tus curvas, ya vale de tangentes, probemos con puntos coincidentes, probemos a tachar con atenciones la indiferencia de nuestras líneas paralelas.
Déjame esta noche soñar contigo, déjame imaginarme en tus labios los míos, déjame que me crea que te vuelvo loca, déjame que yo sea quien te quite la ropa, déjame que mis manos rocen las tuyas...
Contigo, una buena canción se convierte en un solemne himno a todo lo que te deseo.
La melomanía, y las noches de sueños que le debo a este colega, me obligan a decir algo sobre este magnífico cantante, sobre su versatilidad y sin embargo, de identidad clara y concisa. Andaluz, por no decir malagueño, y unas canciones con chulería y desparpajo del que llaman Sinatra andaluz. No puedo más que aconsejar su álbum, “Los mares de la china”, pero eso ya será otro día, aparte de otras recomendaciones pendientes, como el nuevo de Javier Limón, “Mujeres de agua”, o el de Tomatito con la Orquesta Nacional de España, “Sonanta suite”, son esas músicas españolas que huelen a especias de todo el mundo.
Salió a la venta ayer. Leif Ove Andsnes con la LSO y Pappano, terminando aquello que empezaron hace años, los conciertos para piano de Rachmaninov. Lo he visto hace unos minutos, los justos para haber escuchado ya el primer movimiento del concierto nº 3, y siento ese histrionismo de adolescente de los 60's ante un nuevo disco de los Beatles. Antonio Pappano – Piano Concerto No.3 Op.30: I. Allegro ma non tanto aquí el link para quien tenga spotify.
Y bueno, a ver cuándo las fabulosas tiendas de España lo traen para que mi histerismo se desate por completo.
Por cierto, el momento del vídeo aún no he podido mirarlo, son esos minutos en que hay que cerrar los ojos.
Hay un papel con jirones de todo lo que echo de menos de ti, roto, rasgado por lo incisivo de extrañarte, consumido por partes, de lo ácida que es tu ausencia, de los besos no consumados y acumulados, con tinta vomitada, por lo indigesto que es el mundo sin ti.
Hay un papel al que recurro, manchado de mis anteriores visitas, de tus coincidentes huídas; un papel revuelto de sensaciones sin palabras, por lo indescriptible que es recordarte y no tenerte delante, porque no sé quejarme de otra manera, sólo tomando la pluma negada a escribir y forzarla a que fluya su negrura, y descargo con ella la violencia de no tenerte, penetrando el metal en el papel, y en el siguiente, en el subyacente, en los sucesivos, y en cada punto y seguido se detiene, quejosa, quejica, sin tinta, y comienza de nuevo el remolino de querer decirte algo, de lastimarme la piel que grita por tus manos, eso de desear y no poder, el egoísmo de mirarme el ombligo, y hago concéntricos círculos sin objetivo, consecutivos y sin levantar la línea, los llaman remolinos...Para mí es todo lo que no tengo contigo, que hasta eso extraño, hasta los momentos no compartidos.
Con el paso del tiempo me di cuenta de que mis ojos le impedían ver más allá de ellos. Una buena noche, decidí confabularme con la oscuridad, dejé que nos penetrara hasta en lo más recóndito, y sólo así, en la ausencia total de testigos, entorpeciendo todo lo posible su cerebro, sin guías ni referencias, extendí todo lo que soy y le invité a pasear sin ojos, por lo más oscuro y oculto de mí. Sin miradas, y con la promesa susurrada de no recordar aquello.
El resultado del planteamiento nos sorprendió, por igual. Descubrió aspectos desconocidos hasta para mí. El salvajismo, la ansiedad de siempre dio paso a la tranquilidad de intenciones premeditadas para/con la calma, lo fugaz de los anteriores roces se convirtió al tántrico paladear de las lenguas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que fue ésa la primera e inolvidable vez que nos amamos.
Creo que se está convirtiendo en una tradición, lo de comenzar los equinoccios con esta canción. Es más bonito en marzo, cuando puedo poner un árbol floreciendo, cuando lo oscuro se ha acabado. Lo de ahora es un reto... aunque se ciñe más al sentido de la canción. Las aguas de março para Jobim (brasileño) son las que advienen al comienzo del otoño. Aunque en este otoño está floreciendo algo, y casi casi podría llamarlo primavera. Hoy me manché los dedos de tinta, se me agotó la paciencia, me equivoqué entre Patty y Selma, no supe distinguir a Hernández de Fernández, no encesté ningún papel arrugado, ando con chanclas y calcetines, y subrayo con lápiz, sin colores. De nuevo la conexión me exaspera, mi perra me ignora, tengo los pies fríos, la sonrisa ausente. Podría decir que faltas tú, pero prefiero no mancharte con uno de mis días grises de sol. Mañana soñaré contigo. Hoy me recupero por mí misma.
Mejor callarse. Cuando hay miedo de que no se realice un sueño, un deseo. Cuando no hay nada mejor que decir. Cuando toda queja es una implosión. Cuando a una le come la lengua el gato. Por prudencia. Por responsabilidad. Por apatía.
Pero siempre vuelvo con las aguas de março.
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Vergonzoso. De nuevo, ver la tele un minuto más de lo que suelo hacerlo me recompensa con una sensación densa de la estupidez global. Por eso, casi no atiendo a lo que no sean muñecajos tintados de amarillo, diálogos que fluyen por mi memoria. Hoy, la tele para mí no es otra cosa que aquella antigua caja plana tonta que me acompaña al comer. Y nada más.
Ese minuto que queda colgando entre el final de los Simpsons y el comienzo del TD1 de La Primera lo pasé hoy en el programa que antecede a las noticias de esta cadena, lo del corazón de la igartiburu. Con frecuencia, me avergüenzo de sus artes periodísticas, usan una y otra vez ese último reportaje del programa para colocar imágenes pasadas, para hacer un refrito de famosos internacionales, y lo titulan como “los más ricos”, “los mejores posados”, “coletazos del verano”, “de vacaciones”, “los más felices”... en fin, un recauchutado, una hamburguesa de diversas alimañas, una patraña de la diarrea mental que defeca en los intelectos teñidos de rubio de sus profesionales.
Pero hoy, las palabras que acompañan en off a la sucesión de las imágenes ha podido con la poca sangre que no se dedicaba a mi tubo digestivo. Hoy, la cadena pública española (y no sé si sería correcto nombrarla también como “estatal”) ampara entre su programación un espacio que tiene como objetivo ensalzar la figura heroica de una muchacha que ha llegado a ser Miss Universo (de entre todos los extraterrestre, debe de tratarse de la más bella...), porque la muchacha (y cito lo que textualmente se ha quedado impreso en mi mente) dejó a un lado su licenciatura, y dedicó su esfuerzo y trabajo para ser Miss, y se ha visto recompensado con este nombramiento. Mientras, pasaban imágenes de su cara, ejemplo de la inmesa felicidad que sentía la chica en ese momento de ohmygod-nomelopuedocreer, y continuaban los comentarios hacia lo meritorio de su esfuerzo, de lo brillante y acertada actitud, y de lo afortunados que somos los demás de ser tan tremendamente horrorosos para poder admirar el bello milagro de la naturaleza de parir una mujer tan, tan... ays, estupenda (esto último ya forma parte de mi ironía, por si no se ha notado).
Veamos, teleespectadores de una cadena estatal que supuestamente apuesta por valores como la cultura, la ciencia, la formación académica..., aquí se os muestra lo que verdaderamente importa de esta vida, éste es el máximo triunfo, ésta es la diferencia que hace despuntar a un ser sobre otro, La Belleza, que le den por culo a la licenciatura, a los estudios, a la formación. En el telediario criticaremos las palabras del primer ministro italiano, Il Cavaliere, cuando le aconseja a una chica que lo que debe hacer es casarse con un hombre rico, y sí, se nos llena la boca al ridiculizar las palabras de ese viejo chochifalto facista y machista y todos los -ista; pero unos minutos antes de la información precisa y veraz, le dedicamos un espacio al desorden alimenticio de cerebros ansiosos por consumir mierda, eso sí, de color rosa.
Y luego hablan de generación perdida... ¿Qué valores irradian desde un medio público? ¿Qué importa lo que se martillea en las escuelas, el esfuerzo de los profesores por meter en vereda a los chavales, chavales que luego son bombardeados con ídolos como futbolistas-chulo-playa, o mujeres que triunfan porque han dejado los estudios?
Aprieto la letra y los dientes. Dominar la pasión. Pretender no avanzar más.
…
En lo más recóndito de mí estás tú. Allí, sólo allí, en lo profundo, te he dejado que persistas en mí, no de otra manera, sólo en lo hondo de mi consciencia, y plenamente en mi inconsciencia. De esa forma, no dejas entrar a nadie en mis sueños, rehúyes todo lo nuevo. Me esfuerzo por taparte, pero mire donde mire me enfrento con el indescifrable color de ojos que tienes. Tu presencia se ha hecho maldita. Nuestra relación, un fuego controlado. Me he vinculado a una culpa que yo no busqué, la de romper la inocencia de lo casual y fortuito, lo maravilloso de una amistad.
Sabes lo que yo ni me atrevo a asumir... Pero cuando cruzamos la mirada y no pronunciamos palabra, me dejas llena de dudas, hasta qué punto sabes, cuánto tengo que alejarme para no molestarte, qué distancia es la políticamente correcta, no sé ni cómo hablar, me debato entre tocarte o rasguñarme por no hacerlo.
Aprieto la letra, los dientes, me muerdo la indecisión, o el puño enrabiado por no saber qué hacer, pataleo, me contraigo e involuciono, hasta dejar una sombra solitaria... la sombra es mi cobardía, eso es lo que queda cada vez que te doy la espalda, y me voy con la úlcera a otra parte.
Surge el impulso abortado, sin consumir, sólo pensado, de querer tenerte. Y es que, más allá de las tranquilas formas de la campiña, a través de mi balcón, y a pleno día, todo se vuelve del mismo negro que cierta noche de pasión, y sustituyendo las suaves lomas de nuestra Sierra Morena descubro tendida tu silueta, estampada sobre lo oscuro de no verte, sin sombras ni más testigos silentes, sólo sentir, a ti, y a mí, dispersándome por tu cuerpo en cada uno de mis besos, dejándome parte de lo que soy en tu piel... y en esa oscuridad exploro el calor de tu ser, que me devuelves por mis caricias, y yo más incido en ti, más te pertenezco, más me dejo, tú piensas que sólo me domina el deseo... y yo caigo en la cuenta de que todo es porque te...
Vuelvo la mirada al frente, y me conciencio de que fueron muchos los que pusieron un nombre distinto al relajado relieve de nuestro paisaje. Es la vanidad del amante.
Levanto la cabeza y me topo con mi reflejo en la puerta abierta del balcón. Sigo sin hacerme a la mirada que me recibió en el espejo del baño a primera hora de la mañana. Aún con desequilibrio al deambular, recién levantada, mis ojos estaban inquietantemente abiertos, una mirada despejada sin esfuerzos, sin denotar cansancio ni incordio por el brusco despertar. Unos ojos de un ser autómata, de una vida sin cese, o de una existencia sin vida. El iris, minuciosamente examinado, despedía una conclusión aplastante: era raro; no sabía si era por la luz especialmente incidente a esa hora y día del año, pero el intenso del azul se había escurrido hacia la periferia, creando un cerco al resto, quedando un azul de lo más pálido, casi exento de pigmento, como famélico de esencia, como filtrado de vida, seco de expresión... ausente pero extrañamente diligente y ávido. Parpadeé varias veces, para comprobar que era una anomalía fija, puesto que el movimiento no modificó aquella distribución inusual. Sin poder dar explicación a tal fenómeno, seguí lavándome la cara, y eché un último vistazo a quien fuera la del reflejo, y me marché a desayunar.
Durante una jornada de miradas inquisitivas a los espejos, no he podido averiguar quién o qué se refugia tras mi rostro alterado, sensación tan próxima a la locura técnica, ésa que habla de la escisión del Yo...
Ya escribí una vez que un día te levantas y no sabes quién eres.
- Y a mí que estés contaminando el ambiente con tus comillas, ya no sé si respiro aire o los detritus espirados de tu ironía.
- … el depresivo orden que siguen las cosas…
- El deje apático de tus puntos suspensivos no mejora la cosa.
- Se podría decir que odio a la oficina de correos, a ella y a mis padres, ¡esos beatniks! Ays, qué a gusto me he quedado.
- Las confesiones de los demás no me interesan, yo también veo los Simpsons.
- Me aburren los alternativos y sus derivados, indies, hippies, gafasdepasta, antisociales, pijos enmascarados, góticos, pro-algo, anti-mucho. Al menos la gente normal (insulsos, para ellos) no pretenden ser cool ni originales, son como son, y si alguien es especial, lo es sin perseguirlo. Los alternativos van de puristas en su concepto, sólo es un estereotipo, cuando ellos etiquetan a todo el mundo en un cinismo sin precedentes.
- ¿Te irritan?
- No, me aburren. Me irritan los dogmáticos, sin saber cómo visten, ni qué escuchan o a quién idolatran.
- ¿Qué persigues?
- El punto medio es mi obsesión, pero nunca me encuentro a la misma distancia de ambos extremos.
- Algún día tendrás que asumir que te acercas más a un extremo que a otro, que cumples más criterios para una etiqueta que para el maremágnum que acumulas por tal de no despuntar en ningún sentido. Algún día debes reconocer que de todo lo que eres, hay un vector mayor que los demás, que tiendes hacia una dirección, y que en este mundo de clasificación, códigos de barras y pegatinas identificativas, eso significa que te pondrán una etiqueta, sin que te limite para lo demás. No puedes pertenecer a todo y nada a la vez. Tu ambigüedad no es para siempre, algún día deberás definirte con una palabra y no la retahíla que sueltas cada vez que hablas de ti. El punto medio es una orientación, pero tú lo conviertes en la prisión donde encierras tus impulsos… mientras, debes vivir.
Tengo las manos manchadas de tinta desde que conocí tu indiferencia, esa manera tuya de rajarme para que brote desesperación. Yo, por no estrujarte el cuello o disfrutar con tu sangre, me mancho las manos con las palabras no dichas, ésas que escribo por no escupírtelas, y que hasta de escribirlas me arrepiento; y aún brillantes de frescura, arrastro mis huellas mientras los ojos cierro, en un ejercicio de desahogarme y hundir más mis palabras en el limbo en que vagan las frases, ni muertas ni vivas, abortadas, como fantasmas de mi desdicha.
Hago declinaciones de mis palabras, tomo la raíz de mi sentimiento por ti, la impregno de romanticismo, y doy pinceladas por párrafos que te lleguen con la última brisa del verano, the summer wind, que atravesará distancias desconocidas, tiempos agitados, y se enfilarán allá por donde indiquen veleta y picos de cigüeña, mezclados con pastizales y su olor a quemado, briznas de la esencia frutal, aromas de la noche estival… hasta alcanzarte por fin y rodearte la ternura con brío andaluz, con el entusiasmo de nuestra juventud, para que mis palabras puedan ronronear en el gustoso rincón de tu cuello, a falta de mi cursiva por tu piel, desde aquí yo te mando un beso.
En mi calendario de los Beatles, en septiembre aparece la carátula del For Sale, álbum típico de las hilarantes fans de aquel 1964. En él está una de las canciones que más me gustó cuando los empecé a conocer, hace ya… diez años, algo más, creo; Eight days a week es un buen motivo para mover la cabeza como si tuviéramos ese corte de pelo a lo escarabajo. Qué tiempos aquéllos que no viví…
O simple y llanamente, una canción de los Beatles no tiene más justificación que su sencillez. Y no hay nada más sencillo que el día Uno del mes.
Cuando descolgó, pensé que se había equivocado de botón; me tenía tan acostumbrada a ignorar mis llamadas, que escuchar su respuesta me sonó a anomalía, el mundo estaría rodando al revés.
Me pilló tan desprevenida, que no tenía palabras preparadas para hablar, y con la escopeta sin cargar, engrasé mi mandíbula que crujía en el intento de saludar, y mientras trataba de ocultar mi desconcierto con frases sorprendidas, tomé un cuchillo y aprovechaba sus respuestas para ir afilando con premura la torpe ironía que tenía echada en agua desde hacía tiempo.
(c) Hergé, Las aventuras de Tintín: Las siete bolas de cristal
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Me ha salido una dureza de apoyar el corazón por el lado que no me duele. Por la otra parte anda tu nombre escrito y difundiendo tinta hacia dentro.
Lo escribí hace semanas. Hoy empecé cardiología, dos semanas de enzimas, soplos, presiones telediastólicas, válvulas... yo sé que el corazón duele a veces, y sin explicación fisiopatológica, sin liberación de enzimas de daño miocárdico. A veces duele, con nombre y apellido. La canción la escuché desayunando, hacía tiempo que no me ponía a Cesaria, y pensé que este lunes se merece un buen impulso fresco. El sonido de Cabo Verde sopla con esperanza...
A esas horas únicas a lo largo del día en que uno puede existir, tener actividad y no morir de calor en el intento, es decir, a primeras horas de la mañana, podemos observar a la extraña subespecie del homo sapiens sapiens, el apuraorzas ibericus, que sale de sus cuevas urbanas durante el periodo estival para adentrarse en todos los pueblos de España, y ahora me centraré en el apurahorzas procedente de Madrid y Barcelona, que es el que suele pastar por este honorable pueblo que es el mío.
Como he dicho, el apuraorzas aprovecha esas horas matutinas para dejarse ver, con la indumentaria clásica: bermudas de varios bolsillos laterales, para acumular papelajos de toda índole, camiseta informal, a veces la de su equipo de fútbol (aunque este año, no sé porqué, se lleva más la de la roja), bolsito pequeño cruzado, o en su defecto, la riñonera, gorra, y chancletas.
Acuden al puesto de prensa, arrasan con los periódicos y una revista del famoseo para la parienta. Colman las terrazas de desayuno, e inicia así la tortuosa travesía por los titulares del día, con una sola consumición agotan todo el tiempo y paciencia de camareros, que sólo hacen caja una vez a la mañana. Mientras, algún parroquiano que no encuentra mesa en su bar habitual, lanza un murmullo, del que sólo se intuye “malditos apuraorzas”.
Cuando ya han dado cuenta de la ferviente actualidad económica y política de estos días veraniegos (y de la actualidad rosa, a escondidas, con la revista camuflada entre las páginas del periódico), se disponen a hacer ronda por algunos escaparates de la avenida, estorbando todo lo que un bulto inútil puede estorbar. Esto es, porque desesperan con la investigación minuciosa que llevan a cabo por todos los detalles del etiquetado, homologación, garantías, tamaños, y compatibilidades de enchufes en general. Y por supuesto, no compran.
[Amigo comerciante: si observa la entrada sutil en su establecimiento de un sujeto con las características anteriormente mencionadas, haga uso de su derecho de admisión, caiga en la cuenta de que en ese bolsito negro con múltiples bolsillos, adquirido en los chinos de algún paseo marítimo, no cabe mucho, pero lo que desde luego no acoge es dinero, estos individuos sólo llevan lo justo para la prensa y el desayuno].
En esa ronda por las tiendas, para más información de cara a identificarlos, adquieren una postura típica de inspección casual, manos cogidas a la altura de las lumbares; si van por la calle, además llevarán la visera ligeramente levantada, y mirando a todos lados, como siguiendo el cableado eléctrico; y si, sin remedio, han entrado en la tienda, adoptan una posición variable de deambular por los pasillos, y cuando fijan su atención en el artículo más estrafalario, ése cuya caja está descolorida, lo sostienen con una mano, volteándolo para localizar su etiqueta, y con la otra se levantan las gafas de sol, o en su defecto, las de vista, echando la barriga hacia delante; y si el comerciante ha leído en su horóscopo que “Júpiter y Venus le harán la puñeta en el día de hoy”, observará con desconsuelo cómo una mano se levanta, acompañada de un tono tocapelotas diciendo: - chico, ¿puedes venir un momento? -, y sustituya “un momento” por “toda la mañana”, porque entonces el probetico del tendero irá desempolvando catálogos y tarjetas de proveedores antiguos, porque el Apuraorzas no se detendrá ante ningún etiquetado incompleto ni otros contratiempos, porque su misión es averiguar el lote, procedencia y características del tornillo que sujeta la tapa de las pilas de cualquier aparato electrónico.