No te invité a bailar. Podría haber sido un buen comienzo, ¿verdad? Porque la noche comenzó justo en ese momento, y no antes, ahí donde marcaba un reloj que ya no volví a mirar hasta unas horas después, y porque tú me lo pediste… te has especializado en hacerme volver a la realidad… ¿no ves que todo me da igual? ¿lo grito? ¡Todo! Nací para ser inconsciente cuando he de serlo, responsable de todos mis errores desencadenados, pero pasionalmente inconciente. Al diablo con la hora, con la madrugada, con el frío, con el sitio, con mi coartada, con los miedos… Al diablo con todo lo que fuera no se ve por nuestros cristales empañados, y miénteme… por una vez, quiéreme como yo te quiero.
En tu cuerpo desperdigué besos que te decían eso, eso que se me escapaba con sólo abrazarte, con volcarme en tu cuello por no saber a dónde acudir, sentía que se me resbalaba de la mirada cada vez que me encontraba con la tuya en la oscuridad. Y qué diferente eres sin luces. Únicamente algo de luna te acaricia la mejilla, creo adivinar dónde brillan los ojos, calculo dónde está tu boca, y oriento mi cabeza con tranquilidad. Y todo cambia. Pero nunca fue momento de decirte eso. Por eso no te lo dije. Tan breves y tanto bulto que hacen, escandalosas, como papel charol, como una puerta chirriante. ¿Qué harías tú con esas palabras? ¿Dónde meterlas para que tras haberlas dicho, no me arrepienta? ¿Cómo decirlas para que no te burles de ellas? ¿Las revolvemos entre la ropa interior? ¿Dónde ocultarlas para que no incomoden a unos besos transitorios y con fobia a compromisos?
Y de eso que no te dije, como un hijo bastardo, salió un suspiro sin querer. Pensé que era un mal menor, una explosión contenida, de la que sólo se percibe una leve conmoción interna, apenas una vibración, y algo de humo tóxico.
Y me preguntas qué me pasa. Y te conformas con la tercera vez que digo – Nada -. Oh, por favor, ¡me pasa que no quiero irme! ¿es que no tienes la sangre suficiente para decirme, para aventurar un – me pasaría contigo la noche entera -? ¿no te quedaste con ganas de un último beso? ¡Qué suerte la tuya, que siempre te abasteces! Róbame lo que quieras, venga, sé capaz, sin guión, de improvisar un gesto. Tú lo llamas debilidad… Cariño, ser débil es ir en tu busca, no esperarme una noche cada dos lunas. Todos los guapos dicen eso de – soy feo -. Los fuertes dicen eso de – soy débil -. Dejad indemne la dignidad de los que tenemos esas palabras por única verdad, es lo que nos queda, poder decir la verdad y no sentirnos mal.
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