Trascender

Tiempo después me contaría que hacía lo mismo en sus años mozos. Que también tuvo la necesidad de sublevarse, que los años sólo le habían restado fuerza, y al final, hasta la vida. En realidad, poco me contaba, desaproveché las contadas ocasiones de transcomunicación (como llaman ahora a eso de establecer conexiones raras) y sólo hablé de mí, y ahora pienso qué me habría respondido, si le hubiera preguntado porqué mató a personas. Hoy día, sólo hay una verdad circulante, postulada como posición neutra. Todos hermanos, todo perdonado. Y sin embargo, abuelo, ¿tú por qué mataste?

Le dije que tenía días bipolares. Se echó a reír, eso sí lo recuerdo. No entendía el término. Le expliqué que algo así como un pariente suyo, que… /Un día admiraba la perfecta delimitación de las marcas en la tierra de las ruedas de la maquinaria. Otro día me entretenía en pisar y destrozar esos mismos terrones endurecidos con el negativo de las ruedas, intentando que la huella del hombre perdurara sobre la de las máquinas. Él nunca vio Terminator, así que no comprendería mi interés, era más de Martínez Soria. Seguía en mi hilo argumental. Uno de mis hemisferios se regodeaba de placer al contemplar el corte homogéneo del césped, los chinos en la zona estipulada, caminillos bien delimitados, las nubes en el cielo y bien altas, temperatura según la media estacional, y camisa abrochada. Pero la otra parte de mí, contralateral, antiperfección, alógica, o desastre por sí sola sin necesidad de comparación… Esa parte de mí, de origen bastardo, es incapaz de comprender, ni mucho menos admirar, la igualitaria altura de la yerba, ignora el nombre de familia y especie de los árboles con los que se cruza, y tampoco se molesta en mirar su etiqueta, ni memorizar los títulos imposibles e interminables de la música clásica.

¿Cómo atender, sino al Total? Si es que soy y no soy, conjugada, contrapuesta y todo a la vez. Me quemo pero no puedo vivir sin calor, río y lloro en una misma emoción. Fácil de convencer, infinita mi testarudez. Cuadrícula sobrepasada, papel saturado de bucles, resultado perfectamente anárquico, exactamente aleatorio. Vocabulario que ligeramente se desvía al esdrujulismo, gerundio como mi tiempo verbal preferido, neologismo de idea, la única que piensa que el participio es un principio partido. Adoro los ángulos rectos, trigonometría como técnica que explica la dirección y comportamiento de mis ideas. No sé más de lo que digo, y en todo caso, menos.

He acabado y me mira como preguntándose qué nos ponen de desayunar hoy día, para ser tan retorcidos. Mamá me ha contado que antes tomabais leche de la cabra, y migando trozos de pan frito, que lo del bollo con aceite era en ocasiones para media tarde, que el puchero se tomaba de noche, que el café era un sucedáneo de aguachirri (aguachirle) que salía de semillas no-de-café tostadas, y que se reservaba para visitas, que la abuela se levantaba de madrugada para hacerte migas antes de marcharte a trabajar. Se alegra de que conozca esos detalles de la vida de posguerra. Que no se olvide el horror, ni los intentos de superación de las personas por sobrepasar aquella situación. Intuyo que sus esfuerzos por seguir informándose del movimiento de resistencia a través de la Radio Pirenaica hacía que todo lo anterior tuviera sentido, a pesar de la derrota, saberse en activo entre tanta represión era como decir – podréis acorralarnos, pero el pensamiento continuará libre -.

Le invité a debatir sobre eso. Que notaba que hoy vivimos con cierta ansiedad por existir, porque parece que algo continuamente nos roba una esencia que algunos nos resistimos a abandonar. Que tenemos la necesidad de trascender. Pero no le sonó a nuevo. No sé si es que una vez muerta, una persona adquiere toda la experiencia de los antepasados, como un legado que le estaba conferido; pero él me habló con la rotundidad de estar leyendo en un libro escrito con miles de manos, durante miles de años. Y de ese modo, me dijo que eso es el ser humano. Trascender. Y que a las generaciones futuras nos costará más que a las pasadas, que tendremos que ser mejores, para que algo de nosotros quede impregnado en el aire, o marcado en la carne, o impreso en la mente, y no sólo enterrado en la tierra. Descubrió lo que estaba yo pensando en ese momento, y firmemente cortó mi idea. No imagines grandes logros, o causar sensaciones, en ser impactante. No es eso. Porque yo aún no sé lo que hice para trascender, y sin embargo me estás escuchando después de haber muerto.

domingo, 11 de abril de 2010 a las 12:53 p. m.

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