Portugal V (Sintra - Costa Cascais-Estoril)

SINTRA / COSTA CASCAIS-ESTORIL


Teníamos claro que el último día útil lo dedicaríamos a descubrir el misterioso castillo de colores (Palacio da Pena) que tanto nos habíamos topado en folletos turísticos. Lo que no sabíamos es que nos llevaría tanto tiempo visitar lo que se nos presentaba como una simple vista de un castillo, pero es que hasta en ese momento no fuimos consciente del mundo mágico de la región.


Costa Cascais

El de “da Pena” es sólo uno, pero hay cuatro castillos/palacetes cercanos entre sí, y rodeados cada uno de un paraje natural especial. Proponen como oferta un bono para entrar a los cuatro, creo que eran 22 euros en total, pero claro, eso es para disponer de una semana para ver la zona, porque cada parque es un mundo que requiere tiempo para disfrutarlo, para seguir el mapa, para perderse y buscarse en cada detalle. Pero queríamos pasar la tarde por la costa, así que con una mañana por delante, nos decidimos por Palacio da Pena.

Belem - Cascais

Desde Lisboa a Sintra hay una media hora en coche, en Sintra acudimos al puesto de información, nos nutrimos de folletos y seguimos con el coche hasta unos kilómetros después, justo hasta el palacio, allí hay aparcamiento público, pero es bueno irse pronto, por el parking, y porque hasta las once la entrada sale un euro menos. La entrada normal, que incluye palacio con interiores y el parque, son 12 euros, pero merece la pena, yo lo disfruté muchísimo, y bueno, con decir que la mitad de las fotos las hice en ese día.


Pub de Lisboa de cuyo nombre no me acuerdo

Es verdad que la primera impresión, cuando uno se va acercando al palacio, es que está algo descuidado, los colores no son tan intensos como en algunas postales, y la humedad habrá hecho de las suyas, pero desde luego, es una belleza arquitectónica, un cúmulo de mil detalles a capricho de un rey, que quiso compenetrar en la asimetría de sus deseos lo árabe, gótico, medieval, europeo… La entrada recuerda totalmente a la puerta del vino, de la Alhambra, y después, una sucesión de azulejos con relieves llamativos, un balcón sostenido por un horroroso hombre-pez, extrañas torretas de vigilancia, cúpulas árabes que destellan amarillo de sus azulejos, y todo rodeado de naturaleza viva, y así, encaramado en una colina, convierte en mirador cada espacio entre almena y almena, desde donde se divisan costa, interior, pueblos cercanos, y otros castillos próximos, como el Castelo dos Mouros, que comparado físicamente con el de da Pena, resulta muy pobre.

Cabo da Roca

En los interiores no permiten fotografías, pero es sencillo imaginarse, aunque no tanto como afinar en detalles, la vida de la realeza. Salón sobre salón, decorados hasta la extenuación, dormitorios sobrecargados de tapices, mobiliario, utensilios y cacharros venidos de sus viajes por otros continentes. El olor a rancio te hace sentir que estás en una realidad no filmada.

Boca do Inferno

Nos fuimos introduciendo en el parque, siguiendo el recorrido recomendado, sin mucho entusiasmo, la verdad. Para nada pensábamos que unos árboles nos iban a sorprender tan gratamente, pero surtió efecto la intencionalidad del rey de recoger en su parque las maravillas de cada continente, su inteligente disposición, caminillos que llevan a sendas, sendas que se pierden y encuentran, puentecillos y estanques, un mundo de magia vegetal. Todo era verde, pero para nada aburría. Ineludible la subida al Trono de la Reina, un pequeño sillón de azulejos incrustados en la roca que se alza desde una parte del parque, y que proporciona una maravillosa panorámica del palacio. Llegué hasta aquel lugar jadeando del esfuerzo, con el miedo a no despeñarme, y ya arriba, descubrimos que nos seguían unos guiris de casi 70 años los colegas… Los envidié por mi yo futura.

Faro Cabo da Roca

Como último apunte del parque, nombrar los fabulosos y gigantescos árboles de la vida, o Thuja alicata, con sus ramas en J, realmente inmensos; y los vistosos estanques con sus mini castillos para dar cobijo a los patos. El rey artista no quiso privar de comodidad a nadie. El resultado conmueve, 150 años después.

Thuja

Con la voluntad de comer en la playa, nos dirigimos hacia Praia Grande, pasado Colares, pero la mar no acompañaba, el cielo tampoco, así que comimos más tarde en un merendero, y después nos pasamos por Cabo da Roca, según mantienen los portugueses es el punto más occidental de Europa (los españoles defendemos Finisterre). Buscando curiosidades en el mapa, paramos en Boca do Inferno, un lugar de esos en que la mar rompe con fuerza y recome la roca. Seguimos bordeando la costa, hacia Cascais y Estoril, que sólo vimos de paso.

Parque da Pena

Decididos a agotar la jornada, nos pasamos por la zona de pubs de Lisboa, en Chiado, la verdad es que el punto exquisito ya lo habíamos dejado muchos kilómetros atrás, entramos en el primero que encontramos, y lo cierto es que acertamos, aún con desgana, era un buen sitio. No me fijé en el nombre, algo japonés, ya que el dueño era un tiarrón japonés (o chino, nunca sé cuál es cuál), alto y melenudo, que me recordaba mucho a un jefe indio de América. Nos sentamos y degustamos cerveza del país, la Super Bock, a precio asequible, 1.5e el quinto, mientras el camarero buscaba La Flaca de Jarabe de Palo para complacernos a los españoles, y se echaba unos bailes que cualquiera le quitaba el ojo…ays. Como digo, no recuerdo el nombre, pero si pasas por la puerta de un pub y ves a gente echando fotos a las lámparas de su interior, es ése, ya que simulan ser hojas de espinacas (o acelgas, que me pasa como con los japoneses).

Detalle árabe del palacio

Al día siguiente abandonamos la ciudad (no sin nuestra pertinente hora de dar vueltas perdidos) a través del Puente 25 abril, y despidiéndonos del Cristo-Rei. Tenía ganas de volver, pero no con esa ansiedad de dejar un lugar por recuperar la casa, porque la verdad es que en todo momento me sentí con una comodidad muy cercana, y sabiendo que quedan muchas cosas por ver. Gracias parejita, por contribuir a ello :).

Estanques para patos

a tu derecha, Castelo dos Mouros

Detalle hombre-pez en la entrada el Palacio

jueves, 29 de abril de 2010 a las 11:19 p. m.

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