Camarón y su leyenda del tiempo


Escuchaba su nombre y pensaba en esa cara decrépita, consumida, precozmente vieja, la tantas veces estampada como logo, al estilo del Ché. Alrededor suyo, estigmatizados gitanos, ladroneo y drogas. Y de su boca, salía un arte que no entendía, y consecuentemente, no conseguía razonar su éxito, ni el mito, ni el dios que representaba. Políticamente incorrecta mi visión, lo sé, pero era así.
Camarón nunca fue de mi gusto y pensé que jamás llegaría a aportarme algo. Que no sería admitido en mi selecto club de artistas americanos… afortunadamente, esa visión añeja y fundamentalista de la música cambió. Lo que no cambia es el concepto que tengo de los artistas. No son dioses, tienen vida, son mortales y potencialmente imperfectos, como los demás. Por lo tanto, nunca he investigado las cuestiones meramente personales de alguno de ellos. Pero sí lo que concierne al contexto de cuando surge un fenómeno en forma de disco, que rompe con lo anterior, que abre mundos.
Desde hace muchos años, la única canción de Camarón que había logrado colarse en mi vida, por puro empeño de tenerla, fue La leyenda del tiempo. Y cada vez que sonaba, no podía ubicarla en esa imagen racial y drogadicta del artista, ni en el flamenco, en nada de antes, en nada posterior. Después supe que la letra era de Federico García Lorca, otro que nunca he podido entender. Yo no sé cuánto de flamenco tenía la canción, ni logré encuadrarla en un estilo. Pero con disfrutarla me bastaba, era evasión, como un viaje a lomos de un caballo veloz, como volar durante un sueño, como vivir rápido.
Hace poco se cumplieron los treinta años del lanzamiento del disco homónimo, La leyenda del tiempo. Dejo por aquí el enlace del reportaje que documenta la coincidencia de grandes artistas en aquel proyecto, la rareza de una idea rompedora en el tradicional mundo gitano, con el intocable flamenco, curiosidades, y todo respecto a la grabación en el estudio. La historia de un álbum que, como muchos, fue trascendental conforme pasó el tiempo, y la gente pudo ir paladeando todo lo que significaba. Los cambios se valoran mejor desde la distancia que proporciona hablar en pasado.
No soy muy aficionada al flamenco, pero he escuchado lo suficiente para saber que no todo es igual, y que este disco es distinto. Camarón lo hizo así, valiente, por no tener miedo a incorporar instrumentos antes incompatibles, y por crear un ambiente de trabajo en que muchas versiones cabían. Hoy, muchos de los acompañantes (Tomatito, Jorge Pardo) están adosados a la fusión del jazz con el flamenco, ahora comprendo de dónde nacieron sus caminos.
Dejo aquí la canción que más me sobrecoge del disco, es la que menos instrumentación tiene, la voz suena como un eco, y… no sé porqué me gusta, pero eso es lo más bello.



viernes, 4 de diciembre de 2009 a las 12:36 p. m.

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