Un banco de niebla II

El temporal sólo trajo niebla. Y todo lo cambió. La gente ya no sabía si mirar arriba o al frente, todo estaba englobado en la misma espesura, el cielo había bajado a la tierra, desmoronándose en bruma. El luminoso letrero rosa chillón del burdel no vendía placer, esa noche la hombría no ensartaría al escuálido cuerpo de la necesidad con el voluminoso miembro de su dinero. Todos los reclamos navideños fueron ahogados por la invisibilidad, y esa noche toda navidad sería la del espíritu verdadero, la sentida desde dentro, la del recogimiento. Los coches se quedarían en casa, dado lo peligroso de conducir. Y en casa, todos harían por mirarse un poco a la cara, y sentirse desde el alma. La niebla nos igualó a todos en miopía, y convirtió en superfluo todo lo lejano, eliminó el decorado, nos dejó unas sillas, la mesa y el brasero, y comenzaron a fluir las ganas por conocernos de nuevo.

lunes, 21 de diciembre de 2009 a las 1:07 p. m.

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