A partir de un interminable remolino, nació una primera palabra del boli, que momentos previos estaba en la espiral de la indecisión, de la espiración (si deducimos el antagonista de inspiración literaria). Completó el sujeto, y para sujetarlo a la realidad lo enganchó con un predicado liviano, tan volátil que sintió que se le escapaba el sentido, y lo subordinó a una pesada frase descriptiva. Tras comprobar que todos los elementos casaban en número, género y tiempo, unió a la fiesta sintáctica unos adverbios que pasaban por allí, casualmente, y decían ser vigilantes de la verdad más pura, y moderaban todos los detalles.
- Nada puede ser más emocionante -, saltó la Ironía, que llegó disfrazada de cactus y que con todos se rozaba, accidentalmente, claro.
Unos sinónimos alternativos que estaban de erasmus se sumaron al chiringuito, tan enrollados como siempre; sin dejarse influenciar por los antipáticos de los antónimos, que iban de modernos-inconformistas-gafasdepasta-y-bordes, dispuestos a boicotear la diversión con sus argumentos contradictorios. El más guay de todos, Superlativo, intentaba ligotear con un par de adjetivas rubias, con tal de meter su cola en el final de alguna de las muchas palabras que por allí pululaban. Imperfecto se quejaba de su poco éxito en la actualidad, y Pretérito Perfecto El Simple decía que siempre hubo tiempos mejores. A pesar de no conocerse todos, el alcohol hacía que las relaciones entre ellos fueran más relajadas, conjugaran mejor los gerundios en los verbos, los plurales en sustantivos, de manera que los del pueblo asonante iban congeniando más, y los del consonante también se agregaban, había algunos que iban por libre, pero todo iba quedando sonoro y armonioso, homogéneo visto desde arriba, Métrica era la jefa de seguridad, una obsesa del orden, con un pinganillo estaba al tanto de los que iban entrando y saliendo, decía que el aforo de sílabas era limitado, contaban que se habían producido algunos altercados entre las bandas de diptongos e hiatos, algunas palabras se quedaban en la entrada del garito en espera de otro pase en forma de verso, pero el cartel de la entrada parecía que los entusiasmaba. Estaba prohibido introducir faltas del ortografía en el recinto, y hacía poco que habían expulsado a unas onomatopeyas que formaron mucho escándalo, pero salvo episodios aislados, era un sitio cómodo para tecnicismos, divertido para las aburridas, donde triunfaban los verbos copulativos, donde pijos y castrojos encontraban un punto de equilibrio, donde las paridas eran publicadas sin control, donde la espiración se convertía en… inspiración.
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