Sabes… saben ustedes…
No, no lo saben. La impotencia que me produce no tener tiempo cuando algo de Piazzolla se entromete en mi rutina musical; cuando frente a la ventana pienso y formulo mil preguntas y el cielo descarga respuestas, aleatorias, espontáneas… como gotas de agua. Impotencia por no poder canalizar tanta sensación, no poder inventar, no reflexionar, muy lejos de pensar. Infinitas las ganas de apagar el flexo, jubilarme de estudiar y decirle al paraguas – ahí te quedas – y salir a pisar todos los charcos, burlarme de todos los que huyen de la lluvia; coger un buen constipado, tener una estupenda excusa para volver a casa, que mamá me cuide, vasos de leche caliente, braserito, mi perra.
Acaba la película, abro los ojos y me descubro anclada a esta endemoniada silla, y escuchando, de banda sonora, el goteo de las canales al llover.
No, no lo saben. La impotencia que me produce no tener tiempo cuando algo de Piazzolla se entromete en mi rutina musical; cuando frente a la ventana pienso y formulo mil preguntas y el cielo descarga respuestas, aleatorias, espontáneas… como gotas de agua. Impotencia por no poder canalizar tanta sensación, no poder inventar, no reflexionar, muy lejos de pensar. Infinitas las ganas de apagar el flexo, jubilarme de estudiar y decirle al paraguas – ahí te quedas – y salir a pisar todos los charcos, burlarme de todos los que huyen de la lluvia; coger un buen constipado, tener una estupenda excusa para volver a casa, que mamá me cuide, vasos de leche caliente, braserito, mi perra.
Acaba la película, abro los ojos y me descubro anclada a esta endemoniada silla, y escuchando, de banda sonora, el goteo de las canales al llover.
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