Cuaderno tras cuaderno, me voy encontrando sólo las últimas páginas, ésas que por superstición no están manchadas aún de mis rayajos, de mis desvaríos.
Las tapas, delantera y trasera, y sólo una página entre ellas, temblando y desamparada al notar mi mano sobre ella, acorralada por el amenazante bolígrafo, apunto de derramarse en su impoluta inexperiencia, apostillando que es por inspiración.
Apunto de hacerlo, me retiro, sabiendo que todavía no hay en mí lo que una última página merece. Síntesis, decisión, y mucho de conocerse a sí mismo.
Corro, huyo de enfrentarme a la realidad, boli e mano, buscando una página usada, sucia, arrugada… amiga. Con la que equipararme, pasados que se entiendan, acompañar mis tachones con sus antiguas letras, en las que se intuyen dolor, soledad, incomprensión.
Toparme con sus defectos cada vez que mi mano y su textura contactan me proporciona seguridad en mis movimientos; el miedo a equivocarme, a torcer líneas o errar en acentos, a redundar en sentimientos; el temor a no hacerlo bien desaparece, y es entonces que mis trazos arrastran parte de mi identidad en el papel, rocían de mi esencia su desigual relieve. Excomulgo al sujeto y predicado, y encierro entre paréntesis a las rimas consonantes, pareados perfectos y caligrafía pulcra. Y sonrío de ver a mi mano divertirse con nuevas maneras de tachar, de incompletar palabras, de realizar anotaciones e inclusiones.
Cicatrices similares, las que en ella encuentro, las que yo dibujo. Camarada, compañera de ritmo, tempo lento, moderato, un scherzo cabizbajo, satisfacción ma non troppo, non molto vivace, non… Acompasadas, en alegrías y decepciones. Como el sexo de conveniencia, de palabra, de hecho, de acierto.
Con mi vieja, amarillenta y usada página experimento otros adjetivos, los amontono; con ella me conjugo al máximo nivel, sí, en el placer sin miedos.
Sin miedos a tocar… temas incómodos. Sin miedo a represalias por sacarle jugo a sus historias previas. Conoce el frenesí de mis agudas líneas de expresión, la impulsividad de las letras verticales, lo profundo de sensaciones como “dolor” o “pasión”, cómo las hundo en el estrecho plano, cómo marqué algunos nombres en la madera de la mesa… hoy día enmascarados tras una lluvia de líneas verticales y horizontales que encarcelan recuerdos … que sólo una página en blanco sugieren.
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