The Alan Parsons Project - Voyager
De nuevo, la carretera. Velocidad excesiva para ir de día y conciente, pero adecuada yendo de noche y borracha de besos. Devorando kilómetros sin darme cuenta, porque sólo tengo en mente esa boca y cómo se mueve sobre la mía, recordar cada contacto me da un latigazo de placer. Junto las piernas y me sonrío. La imaginación mezcla los recuerdos con lo que me hubiera gustado terminar, mil maneras de acabar en lo mismo. La carretera se me hace demasiado recta, se me va la cabeza a tus curvas, y en cada una de ellas tengo un dulce accidente, tropiezo con todas tus exquisiteces, y en todas hago autostop, llévame… llévame de una a otra. De pronto, la carretera. Ya me había olvidado del coche, del volante, de la noche. Mis manos ya no conducen, sino que vuelan por tus ropas, desnudándote, y perdida ante mi indecisión, te invito a que me traces rutas con sugerencias, recomendaciones y deseos…
Hoy, en la realidad que ilumina mi flexo, echo la vista atrás, y mi silla cruje, se me nublan los recuerdos, y se empañan los besos pasados. Tengo la impresión de que ni el coche más rápido me acercaría hoy a ti, porque siempre has dado media vuelta cuando yo miro atrás,… sí, que nuestras pretensiones no coincidirán jamás.
Recordando todo eso, sacudo la cabeza, y me encuentro haciendo el mismo camino, pero con otro destino, el que siempre me responderá, y el que no entiende de la letanía de tus intenciones, de tus cabezonerías ni impulsos. Un destino que me recibe y despide con sonrisas, y donde la incertidumbre nunca me acompañó en mis sueños ni en los desayunos.
Tú no sabes de mi taza roja, ni del olor a café, ni del revoltijo de mi perra cuando saco las galletas. Afortunadamente, eso es inmune a todos mis infortunios.
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