“Los niños alfas visten de color gris. Trabajan mucho más duramente que nosotros porque son terriblemente inteligentes. De verdad me alegro muchísimo de ser beta porque no trabajamos tanto. Y, además, nosotros somos mucho mejores que los gammas y los deltas. Los gammas son tontos. Todos visten de color verde, y los niños delta visten todos de caqui. ¡Oh, no, yo no quiero jugar con los niños delta! Y los epsilones todavía peores. Son demasiado tontos para poder leer o escribir. Además, visten de negro, que es un color repugnante. Me alegro mucho de ser un beta…”
(120 veces, 3 veces por semana, 36 meses…)
[Un mundo feliz – Adous Huxley]
Del libro Un mundo feliz se ha dicho mucho. Lo que yo comente aquí no es más que remachar en la extrapolación de su lectura al mundo real, en cómo el autor acertó en la actitud del progreso, y la deshumanización de muchos aspectos biológicos de la vida de una persona. El fragmento sólo es un mínimo ejemplo del poder del estado sobre cualquier circunstancia del individuo. La educación estaba completamente infiltrada de un modelo de clases y funcionalismo. Cada escalafón tenía una función, y unos eran más aventajados que otros, sin que las clases más bajas se sintieran desprovistas de derechos y méritos. Sencillamente, era así y punto. Y la remota posibilidad de insurgencia era, ya desde la educación, erradicada mediante repetitivos mensajes que resaltaban lo bueno de pertenecer a tal clase y despreciaban a todo el que no fuera como ellos, estuviera por encima o debajo, así no había envidia.
Sin duda, ensalza el componente de la felicidad que hace referencia a conformarse con lo que se tiene, ser feliz con lo que se tiene, o que la felicidad consiste en saber qué hacer con lo que la vida te da. La ambición, el deseo, el “culo veo, culo deseo”, envidias y aspiraciones… todo es contraproducente, pues colocamos la felicidad en un estante más alto de lo que nos corresponde a nuestra altura. Llevar a rajatabla esta máxima es relajarse, no prosperar, no evolucionar, el sedentarismo del espíritu. Oponerse de por vida a esa idea es buscar la infelicidad perenne.
La tarea de encontrar el punto medio entre ambos es la mayor que emprendemos los rebotados de los dos extremos, imágenes especulares y simétricas del mismo fracaso.
(120 veces, 3 veces por semana, 36 meses…)
[Un mundo feliz – Adous Huxley]
Del libro Un mundo feliz se ha dicho mucho. Lo que yo comente aquí no es más que remachar en la extrapolación de su lectura al mundo real, en cómo el autor acertó en la actitud del progreso, y la deshumanización de muchos aspectos biológicos de la vida de una persona. El fragmento sólo es un mínimo ejemplo del poder del estado sobre cualquier circunstancia del individuo. La educación estaba completamente infiltrada de un modelo de clases y funcionalismo. Cada escalafón tenía una función, y unos eran más aventajados que otros, sin que las clases más bajas se sintieran desprovistas de derechos y méritos. Sencillamente, era así y punto. Y la remota posibilidad de insurgencia era, ya desde la educación, erradicada mediante repetitivos mensajes que resaltaban lo bueno de pertenecer a tal clase y despreciaban a todo el que no fuera como ellos, estuviera por encima o debajo, así no había envidia.
Sin duda, ensalza el componente de la felicidad que hace referencia a conformarse con lo que se tiene, ser feliz con lo que se tiene, o que la felicidad consiste en saber qué hacer con lo que la vida te da. La ambición, el deseo, el “culo veo, culo deseo”, envidias y aspiraciones… todo es contraproducente, pues colocamos la felicidad en un estante más alto de lo que nos corresponde a nuestra altura. Llevar a rajatabla esta máxima es relajarse, no prosperar, no evolucionar, el sedentarismo del espíritu. Oponerse de por vida a esa idea es buscar la infelicidad perenne.
La tarea de encontrar el punto medio entre ambos es la mayor que emprendemos los rebotados de los dos extremos, imágenes especulares y simétricas del mismo fracaso.
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