Basta de hipocresía e indiferencia con la pobreza.
Ya vale de absurdos métodos de ayuda, del interminable camino de los donativos, interminable y escabroso. Ya me tocaron las narices con los putos anuncios de chiquillos con mirada triste y expresión desvalida. Ahora, sólo ahora. Parece que la solidaridad comparte el interruptor con el alumbrado navideño.
Estoy harta de galas y maratones en nombre de la justicia y ayuda, pretendiendo reventar las conciencias de los españolitos y estrujar bolsillos arrugados ya por la crisis. Ya está bien de exigir un ahorro ciudadano de energía, cuando los ayuntamientos y las cámaras de comercio despilfarran electricidad en busca de un mayor consumo.
Hipocresía también, en las mencionadas galas, unos personajes podridos de dinero, cobrando cada semana una cantidad de pasta que rebasa la palabra sueldo, nos trasladan un problema que no existiría si suprimieran la opción de ser tan asquerosamente rico, un problema del ciudadano medio, mientras que ellos se auto-eximen de tal labor. Ya vale, joder.
Hipocresía, la de los gobiernos en crisis. Por favor,…crisis. Crisis significa que no estamos explotando lo suficiente a la clase media-baja, que nuestro crecimiento sobre los no desarrollados no es el esperado. Cerremos, pues, el porcentaje residual destinado a cooperación internacional, con el que entramos en la lista de salvadores del tercer mundo. En España no es del todo así, pero poco tardaremos en poner barreras a las ayudas con excusas que un africano no llegará a entender en lo poco que le quede de vida.
Indiferencia la de la medicina, que exprime esfuerzos para lograr descubrimientos patéticos frente al gran reto de las pandemias. Cada día me doy más cuenta del erróneo empecinamiento de esta ciencia por subrayar nombres que buscan un bien individual, cuando lo grande está en resolver el alto índice de orfandad del continente negro.
Claro, que hilando conceptos, entiendo la postura del mundo capitalista. La enfermedad es otra manera de tener bajo control el resurgir de un pueblo, dependiente de la ayuda internacional, tanto en fármacos como en comida. La inversión armamentística en estos países prolonga la inestabilidad política, y hace aún más difícil que progrese… es cuestión de estrategia, manteniendo el enemigo dividido, es más fácil derrotarlo. Y sin comida, sin unos tutores que guíen y eduquen a los niños huérfanos por el SIDA, y ofreciéndoles caminos como engordar listas militares en rebeliones o, en caso de las chicas, la prostitución; así, entre otros factores, destripas a un pueblo.
Y no toco el tema religioso, porque hoy no tengo ganas de devanearme los sesos, pero ya se ve últimamente cuáles son sus prioridades, y cuándo deciden unir sus voces y poner el grito en el cielo (sin necesidad de buscar mucho, el tema de la retirada de crucifijos en centros públicos de un estado aconfesional).
….
¿Cómo dirigir intenciones y esfuerzos de las grandes estructuras sociales hacia un verdadero problema? Gobiernos, ciencia, religión y el poder financiero. La solución está en nosotros mismos, en las personas, pero la clave está en ceder en el afán y la ambición. Progresar no es machacar al débil. Pero el capitalismo, ése que se está renovando, no lo contempla así.
¿Navidad? Para mí es, sólo y exclusivamente, estar en familia. Lo demás, es artificial.
Ya vale de absurdos métodos de ayuda, del interminable camino de los donativos, interminable y escabroso. Ya me tocaron las narices con los putos anuncios de chiquillos con mirada triste y expresión desvalida. Ahora, sólo ahora. Parece que la solidaridad comparte el interruptor con el alumbrado navideño.
Estoy harta de galas y maratones en nombre de la justicia y ayuda, pretendiendo reventar las conciencias de los españolitos y estrujar bolsillos arrugados ya por la crisis. Ya está bien de exigir un ahorro ciudadano de energía, cuando los ayuntamientos y las cámaras de comercio despilfarran electricidad en busca de un mayor consumo.
Hipocresía también, en las mencionadas galas, unos personajes podridos de dinero, cobrando cada semana una cantidad de pasta que rebasa la palabra sueldo, nos trasladan un problema que no existiría si suprimieran la opción de ser tan asquerosamente rico, un problema del ciudadano medio, mientras que ellos se auto-eximen de tal labor. Ya vale, joder.
Hipocresía, la de los gobiernos en crisis. Por favor,…crisis. Crisis significa que no estamos explotando lo suficiente a la clase media-baja, que nuestro crecimiento sobre los no desarrollados no es el esperado. Cerremos, pues, el porcentaje residual destinado a cooperación internacional, con el que entramos en la lista de salvadores del tercer mundo. En España no es del todo así, pero poco tardaremos en poner barreras a las ayudas con excusas que un africano no llegará a entender en lo poco que le quede de vida.
Indiferencia la de la medicina, que exprime esfuerzos para lograr descubrimientos patéticos frente al gran reto de las pandemias. Cada día me doy más cuenta del erróneo empecinamiento de esta ciencia por subrayar nombres que buscan un bien individual, cuando lo grande está en resolver el alto índice de orfandad del continente negro.
Claro, que hilando conceptos, entiendo la postura del mundo capitalista. La enfermedad es otra manera de tener bajo control el resurgir de un pueblo, dependiente de la ayuda internacional, tanto en fármacos como en comida. La inversión armamentística en estos países prolonga la inestabilidad política, y hace aún más difícil que progrese… es cuestión de estrategia, manteniendo el enemigo dividido, es más fácil derrotarlo. Y sin comida, sin unos tutores que guíen y eduquen a los niños huérfanos por el SIDA, y ofreciéndoles caminos como engordar listas militares en rebeliones o, en caso de las chicas, la prostitución; así, entre otros factores, destripas a un pueblo.
Y no toco el tema religioso, porque hoy no tengo ganas de devanearme los sesos, pero ya se ve últimamente cuáles son sus prioridades, y cuándo deciden unir sus voces y poner el grito en el cielo (sin necesidad de buscar mucho, el tema de la retirada de crucifijos en centros públicos de un estado aconfesional).
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¿Cómo dirigir intenciones y esfuerzos de las grandes estructuras sociales hacia un verdadero problema? Gobiernos, ciencia, religión y el poder financiero. La solución está en nosotros mismos, en las personas, pero la clave está en ceder en el afán y la ambición. Progresar no es machacar al débil. Pero el capitalismo, ése que se está renovando, no lo contempla así.
¿Navidad? Para mí es, sólo y exclusivamente, estar en familia. Lo demás, es artificial.
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