Las razas existen. Por fortuna, existen.
Una frase, tan escandalosa en la sociedad de lo políticamente correcto, lo es así por lo que tanto he denunciado, esa actitud hostil a lo desconocido, a lo que no es igual, de inculcar miedo ante lo diferente, creando sentimientos negativos hacia los congéneres, tener motivos de esta manera para pelearnos por un puñado de tierra con recursos que expropiemos y lucrarnos de lo que era de otro. Colonizar. Someter. Competencia. Superarnos en ambición.
Son diferentes, y eso los coloca en un escalón, inferior, por supuesto. Necesitan educación, suprimamos sus costumbres, y mostrémosles el verdadero dios, el que los hace más civilizados. Destruyamos lo que los unía, que luchen entre sí, y mientras estén entretenidos en sus guerras civiles, aprovechemos sus recursos, ahora, justo ahora que no se dan cuenta. Después, en la asamblea de los cerdos unidos, les recriminaremos su comportamiento, y les daremos lecciones de saber estar, y le hablaremos del estado de derecho, y de lo bien que nos va a las democracias occidentales… y bueno, no les insultaremos en la portada, pero en nuestras editoriales diremos que son unos salvajes.
[.]
Lo hacemos así, pero la moral dice que eso está mal, por lo que se evita el tema. De ahí que la frasecita sea tan llamativa. Eso se llama contradicción.
[.]
Si encaráramos el tema desde un punto de vista positivo, veríamos que la variedad en las razas supone una oportunidad para el Saber, conocernos, aprender las heterogéneas maneras de hacer una misma cosa, el gusanillo de la curiosidad ante lo desconocido, la pulsión que existe por destapar lo oculto. Ofrecer ayuda ante un problema que otros ya tienen resuelto, sin imponer técnicas, sistemas. Ofrecer no es imponer.
Utopía, qué palabra tan bonita.
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Vivir pensando distinto es darse de narices contra la realidad una y otra vez. Sinceramente, a veces quisiera desistir. No lucho, no lidero movimientos, no encabezo manifestaciones. Pero el simple hecho de comprobar lo erróneo de las actuaciones de los gobernantes, día tras días, desgasta. Unirme a la mayoría ha sido un intento de tantos, abandonarme, y vivir, sin empeños megalomaníacos al estilo de superman. Conformarme, y pensar que las cosas así están bien. Mejor aún, no pensar.
Pero…
Pero NO. No puedo mirar a otro lado. No puedo. Prefiero quedarme con mi porcentaje residual de los distintos, con mis decepciones, pero sin ignorancia.
Una frase, tan escandalosa en la sociedad de lo políticamente correcto, lo es así por lo que tanto he denunciado, esa actitud hostil a lo desconocido, a lo que no es igual, de inculcar miedo ante lo diferente, creando sentimientos negativos hacia los congéneres, tener motivos de esta manera para pelearnos por un puñado de tierra con recursos que expropiemos y lucrarnos de lo que era de otro. Colonizar. Someter. Competencia. Superarnos en ambición.
Son diferentes, y eso los coloca en un escalón, inferior, por supuesto. Necesitan educación, suprimamos sus costumbres, y mostrémosles el verdadero dios, el que los hace más civilizados. Destruyamos lo que los unía, que luchen entre sí, y mientras estén entretenidos en sus guerras civiles, aprovechemos sus recursos, ahora, justo ahora que no se dan cuenta. Después, en la asamblea de los cerdos unidos, les recriminaremos su comportamiento, y les daremos lecciones de saber estar, y le hablaremos del estado de derecho, y de lo bien que nos va a las democracias occidentales… y bueno, no les insultaremos en la portada, pero en nuestras editoriales diremos que son unos salvajes.
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Lo hacemos así, pero la moral dice que eso está mal, por lo que se evita el tema. De ahí que la frasecita sea tan llamativa. Eso se llama contradicción.
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Si encaráramos el tema desde un punto de vista positivo, veríamos que la variedad en las razas supone una oportunidad para el Saber, conocernos, aprender las heterogéneas maneras de hacer una misma cosa, el gusanillo de la curiosidad ante lo desconocido, la pulsión que existe por destapar lo oculto. Ofrecer ayuda ante un problema que otros ya tienen resuelto, sin imponer técnicas, sistemas. Ofrecer no es imponer.
Utopía, qué palabra tan bonita.
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Vivir pensando distinto es darse de narices contra la realidad una y otra vez. Sinceramente, a veces quisiera desistir. No lucho, no lidero movimientos, no encabezo manifestaciones. Pero el simple hecho de comprobar lo erróneo de las actuaciones de los gobernantes, día tras días, desgasta. Unirme a la mayoría ha sido un intento de tantos, abandonarme, y vivir, sin empeños megalomaníacos al estilo de superman. Conformarme, y pensar que las cosas así están bien. Mejor aún, no pensar.
Pero…
Pero NO. No puedo mirar a otro lado. No puedo. Prefiero quedarme con mi porcentaje residual de los distintos, con mis decepciones, pero sin ignorancia.
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