Blanco o negro
Mayúscula o minúscula
Rojo o azul
Cuadrado o redondo
La flecha o la rosa
Cuánto somos de iguales, cuánto de diferentes.
Una guerra que derramó sangre, tanta, que manchó los lazos de hermanos, de vecinos, de amigos, y ese reguero dividió un país, uno a su derecha y otro a su izquierda. La brecha se ha mantenido en el tiempo, aunque después no ha sido recorrida por sangre, el odio y el rencor ha fluido por ella, y así, separando un país a su derecha y otro a su izquierda.
Hermanos, vecinos, amigos.
Les he preguntado a los que sabían de la guerra, los que llevan reproches en su memoria, los que sufrieron las ausencias, y nunca obtuve una respuesta coherente de por qué. Por qué matar a su prójimo. ¿Acaso tiene coherencia la muerte?
Esas diferencias han calado en mí, me han dado un modo distinto de pensar, orgullo de creer llevar la razón. ¿Quién tiene la razón? ¿Quién posee la verdad de lo que pasó? Si en una guerra, la primera víctima es la verdad.
Los Buenos y Los Malos.
¿Quién determina los papeles?
Es tu palabra contra la mía.
Pensamos diferente, y sin embargo, queremos lo mismo.
Me ahogo en mi hipocresía. Pido enterrar el rencor. Pero… no soy capaz de olvidar lo que me enseñaron, las palabras que oí desde pequeña. El odio de sus ojos contra la otra mitad del país. Aquellos nombres arrastrando descalificaciones. La venganza transformada en satisfacción. El prójimo convertido en enemigo.
Sangre. Odio. La Verdad.
Hipocresía la mía, cuando exijo un respeto que no doy. Yo, que me autoproclamaba abanderada de la tolerancia. Mentira todo. Llevo en mí la semilla del que empuñó una pistola y clamó por su color, disparando al prójimo, siendo igual de monstruo que aquél al que criticó. Sangre por mis venas del que derramó sangre. Ése, que por un mundo mejor, destruyó lo bonito de su alrededor, la armonía. Ése al que recuerdo y quiero.
Me da tanta pena pensar que alguien comprenda lo que sucedió. O que alguien piense que mereció la pena. O que la pena de muchos alegre a otros.
Me pregunto si aquellos combatientes no se sentían al antojo de las ideas de un personajillo, inflamarse con el grito de guerra, absorber el olor de la muerte sin asquearse, no vomitar el dolor que llevaban dentro.
Hay diferencia entre compartir ideas, coincidir en parte de ellas, o abandonarse en doctrinas, dogmas, comer pasto, ser borregos.
Clubes, asociaciones, partidos, fundaciones… foros, todos implican rezar unas normas impuestas, que excluyen a otros, que dividen, separan y segregan, que alimentan estas ansias humanas por ser superior que otro, eso que nació del lado más animal que tenemos, pero que nos hace matar entre nosotros mismos… desgraciadamente, no hay nada más humano que esa característica.
Mayúscula o minúscula
Rojo o azul
Cuadrado o redondo
La flecha o la rosa
Cuánto somos de iguales, cuánto de diferentes.
Una guerra que derramó sangre, tanta, que manchó los lazos de hermanos, de vecinos, de amigos, y ese reguero dividió un país, uno a su derecha y otro a su izquierda. La brecha se ha mantenido en el tiempo, aunque después no ha sido recorrida por sangre, el odio y el rencor ha fluido por ella, y así, separando un país a su derecha y otro a su izquierda.
Hermanos, vecinos, amigos.
Les he preguntado a los que sabían de la guerra, los que llevan reproches en su memoria, los que sufrieron las ausencias, y nunca obtuve una respuesta coherente de por qué. Por qué matar a su prójimo. ¿Acaso tiene coherencia la muerte?
Esas diferencias han calado en mí, me han dado un modo distinto de pensar, orgullo de creer llevar la razón. ¿Quién tiene la razón? ¿Quién posee la verdad de lo que pasó? Si en una guerra, la primera víctima es la verdad.
Los Buenos y Los Malos.
¿Quién determina los papeles?
Es tu palabra contra la mía.
Pensamos diferente, y sin embargo, queremos lo mismo.
Me ahogo en mi hipocresía. Pido enterrar el rencor. Pero… no soy capaz de olvidar lo que me enseñaron, las palabras que oí desde pequeña. El odio de sus ojos contra la otra mitad del país. Aquellos nombres arrastrando descalificaciones. La venganza transformada en satisfacción. El prójimo convertido en enemigo.
Sangre. Odio. La Verdad.
Hipocresía la mía, cuando exijo un respeto que no doy. Yo, que me autoproclamaba abanderada de la tolerancia. Mentira todo. Llevo en mí la semilla del que empuñó una pistola y clamó por su color, disparando al prójimo, siendo igual de monstruo que aquél al que criticó. Sangre por mis venas del que derramó sangre. Ése, que por un mundo mejor, destruyó lo bonito de su alrededor, la armonía. Ése al que recuerdo y quiero.
Me da tanta pena pensar que alguien comprenda lo que sucedió. O que alguien piense que mereció la pena. O que la pena de muchos alegre a otros.
Me pregunto si aquellos combatientes no se sentían al antojo de las ideas de un personajillo, inflamarse con el grito de guerra, absorber el olor de la muerte sin asquearse, no vomitar el dolor que llevaban dentro.
Hay diferencia entre compartir ideas, coincidir en parte de ellas, o abandonarse en doctrinas, dogmas, comer pasto, ser borregos.
Clubes, asociaciones, partidos, fundaciones… foros, todos implican rezar unas normas impuestas, que excluyen a otros, que dividen, separan y segregan, que alimentan estas ansias humanas por ser superior que otro, eso que nació del lado más animal que tenemos, pero que nos hace matar entre nosotros mismos… desgraciadamente, no hay nada más humano que esa característica.
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