Aquella noche

Aquella noche hubiera dado mi reino por una compañía especial, sé que era una noche para enamorarse. Todo era escenario de un episodio romántico, el forastero debería vivir lo que yo esa noche, para volver a Córdoba. Me enamoré de la ciudad, de esa fecha, y me habría enamorado de cualquiera que estuviera a mi lado. Cualquiera que la viviera debería cortarse la mano (no como yo) para no describirla, para no destrozarla. Era un paseo que incitaba a coger de la mano a alguien, y esconderse en la ribera para besar. La suave brisa del río calmaba el ardor de un duro día de calor, se percibía como descansaban los árboles, el asfalto, los edificios, y qué manera tenemos los cordobeses de agradecer el fresquito, sí, como las aguas cuando salen de la roca. Era una situación que te roba las palabras, y es todo lo demás lo que habla...te pregunta la luna porqué vas sola, te pide un destino la acera, te cuenta secretos la muralla, te aconseja el río, te susurra la arboleda, murmulla la brisa; y tú sólo puedes permanecer muda, espectadora del diálogo de una noche cruelmente bella.

domingo, 2 de agosto de 2009 a las 11:03 a. m.

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