Campanadas de valores

Tras doce años de recibir enseñanzas católicas y dos años intensos de catequesis, viviendo en el seno de una sociedad que se rige por esta religión, que dictamina los periodos vacacionales, que ha contaminado el vocabulario con sus plegarias, es decir, toda una vida religiosa para quien quiera o no, a base de remachar más historia que valores, me considero apta para hablar sobre la iglesia, esa que lleva la i mayúscula.
¿Quién saca, en estos momentos de crisis del primer mundo, el tema de la situación en países que no saben lo que es crisis, porque nunca hubo tiempos mejores? Sólo lo han divulgado instituciones laicas y no gubernamentales. La iglesia, lo único que saca ahora son sus valores en bolsa y los invierte en oro (pensé que al construir el vaticano vaciaron las reservas de ese mineral).
Pero sí ponen el grito en el cielo (exclusivamente suyo) porque un niño que ha nacido va a poder prestar ayuda a su hermano, donándole células (vida) de un tejido como el cordón que suele desecharse desde el principio de los tiempos, basándose en que las otras células que eran germinadas (embriones) han sido excluidas de vida. Y se amparan en que un noventaitantos % le hemos concedido el derecho a dirigir nuestros principios, son ellos quienes deciden qué células son vida. Es como acudir a una asesoría para que tramiten y se ocupen del papeleo de una empresa, pues creen que por estar bautizados tantos españolitos les hemos entregado nuestra ética, y que legislen esa parte de nosotros, por el simple hecho de aparecer entre sus registros.
Opinan como autoridad en la materia. Acaso se imaginan el sacrificio que ha supuesto investigar y sacar adelante un tratamiento así, acaso saben de la desesperación de unos padres ante la enfermedad de un hijo.
Yo no soy experta en la materia. Y tengo mis reservas ante lo que pueda suponer la selección genética, tras leer Un mundo feliz, de Huxley, pienso que se deberán establecer casos especiales y adecuar su uso. Y, sin embargo, no descalificaré a esos padres, son afortunados, por tener esa posibilidad de curación, y valientes, por llevarla a cabo. Ese chiquitín, injusta y morbosamente llamado bebé-medicamento, es eso, un bebé que necesita el calor y cariño de una familia, y no concentrar todo el poder especulativo de la prensa y religión... buitres, si les das algo más de tiempo lo vinculan al poder de satanás…
La iglesia se retrasa de nuevo, se desmarca y, lo mejor de todo, pretende que todos adquiramos esa actitud. No sólo no lo aprueba, sino que machaca a los padres y al bebé. Todo es restringir, oponerse, contradecir y poner límites. Siempre a empujones con el que no va con ellos, con el diferente.
Llevo toda la vida escuchando sus campanadas para acudir a sus liturgias, y siempre me sonrío, porque me recuerdan a los cencerros de las vacas, ovejas, cabras, y demás bestias del campo; y, además de los mismos métodos para llamar la atención, también comparten los argumentos y las maneras de convencer.
Con la aplastante influencia que tiene en los sectores más conservadores y favorecidos de este país, porqué no dirigir la atención a los más necesitados, poned humanidad en las miradas de las carteras abastecidas y enfocad hacia los desnutridos, los mutilados de oportunidades, los huérfanos de futuro, no un niño, sino millones. ¿Qué les ocurre a los ojos de la santa sede? ¿Acaso el destello del oro reluciente ciega la visión y el corazón? ¿Qué les pasa a sus valores?

hay una poesía de Manuel Machado...
LA VOZ QUE DICE

Ven, pobre peregrino…
[…]
Yo calmaré ese ansia de vida de que mueres.
Y a la divina hora de la tarde violada
te diré lentamente cómo todo se olvida…

Te infundiré el beato miedo de los placeres…
Yo te daré el gran libro que no trata de nada,
y aprenderás a estar solo toda la vida.

- Manuel Machado -

martes, 11 de agosto de 2009 a las 11:56 a. m.

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