Tonalidades

Buscando jazz, encontré a los Guns and Roses…

Y recuerdo el golpeteo de la sangre en las sienes al correr, la sequedad en la garganta, los calambres.

Y recuerdo cómo me insultaba y reprochaba a mí misma ser tan débil. Cuando, exhausta, me forzaba a acelerar al final de la canción. Degradaba, a cada paso, lo poco que quedaba de mi entereza, me desprendí de mi dignidad en algún momento, y en la siguiente vuelta la pisoteé. Luego vi un mendigo desechándola, y descubrí a un perro mordisqueándola. Me fustigaba por mis pensamientos, desafortunados en el tiempo, incoherentes con la realidad… fantasías, al fin y al cabo. Y convertía todos los castigos en algo material, necesitaba sufrir físicamente para evadirme de lo estúpida que me veía. Y corría. Más de lo que pensé que pudiera. Me sometí ante el sol del verano y los treinta y tantos grados cordobeses. Desfallecer me estimulaba para un último spring más intenso, y la crudeza del sonido Guns acompañaba a mi masoquismo; sustituí por completo el sonido de pájaros y agua por unas guitarras abanderadas del hard rock. Hard. Eran días en los que me volví inmune a los perros del parque, a los atardeceres bellos, a lo mullido del césped. Mis pies sólo trotaban por el acerado, y bajo ellos, el alma. Ignoré todo lo bonito de mi refugio, y puse fronteras donde sólo hay un bordillo. Me quedé fuera, con las hileras de anuncios y farolas que dibujan la cuadrícula de nuevas urbanizaciones, donde se crían grúas como hierba en el campo, y el telón de fondo parece el mismísimo infierno.



Un par de meses después, las manos que me dieron vida están tejiendo algo que se parece a mi dignidad, aunque ella sólo hable del chaleco verde. ¿Verde, mamá? Sí, niña, verde, ¿no es el que más te gusta? Sí, es verdad, verde esperanza.

miércoles, 12 de agosto de 2009 a las 1:49 p. m.

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