Dire Straits II (el farol del tipo duro)

Y gracias a ellos, recupero esa dignidad que tienen los tipos duros, seguridad en que podré con lo que me echen, y tras la bofetada me retiraré con desprecio el hilillo de sangre de la comisura, pondré cara de “ve rezando lo que sepas” ó “echa a correr” ó “tienes suerte, hoy no quiero mancharme con tu sangre”. Y con sus acordes de guitarra acompañando mis pasos firmemente, me han enseñado a quitarme el polvo si me caigo, a equivocarme sin dilaciones, a acortar mis frases con imperativos contundentes, escasos en adjetivos, parcos en tonalidades, y observar, mirar mucho, hablar menos, y aguantar. Si algo los caracteriza, aparte del cigarro a punto de caerse en cada golpe de voz y tener esa capacidad para doblar las cosas (barras de hierro, las latas, el whisky, los pares de huevos…) es la alianza que tienen con el dolor, soportar las adversidades, estoicamente, esto es, con esa mueca que se aprende viendo muchas pelis de Eastwood, como diciendo “me estás jodiendo, pero puedo con mucho más”, es ir sobrao por la vida, sabiendo que te falta todo, y que lo poco que tienes está nadando en un sucio charco de alcohol y gasolina. De ahí, de esa pobreza sentimental que hiede a soledad, que sus gestos surcados por el sudor y chulería adquieran toda la fuerza que necesitan para convencer. De ahí, que su pasado esté resumido en una foto desgastada, que su futuro esté en los dólares que lleva encima, y su destino vaya repartido entre las 7 balas de su revólver. [[Y sin embargo, parece que nada los detendrá, con esa fuerte impresión de que conseguirán lo que se proponen…
Porque a veces, la apariencia lo es todo. ]]

martes, 11 de agosto de 2009 a las 11:52 a. m.

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