Como le ocurre al perfume, mi esencia se evade del hoy, y por supuesto ya no estará mañana. Qué voy a hacer sin mi esencia; sí, otro elemento más que deambula por las calles de la capital, sin nombre, ni rostro ni destino, sin origen ni original, una copia del individuo cosmopolita, del ciudadano.
Ya no me quejo, porque no observo, ni pienso lo que ya no veo.
Me emociono con menos frecuencia, y mis palabras se asemejan cada vez más a las mayúsculas, esas que son iniciales, yo persona, yo acrónimo; a los garabatos que ni me esfuerzo por completar. Ya no es divertido poner el punto sobre las íes.
Todo para expulsar la palabra soledad de mi vocabulario y de mi agenda. Como si así sintiera "algo" que no sé nombrar, y sin nombrarla no pienso, ni la observo, ni me quejo.
Ya no me quejo, porque no observo, ni pienso lo que ya no veo.
Me emociono con menos frecuencia, y mis palabras se asemejan cada vez más a las mayúsculas, esas que son iniciales, yo persona, yo acrónimo; a los garabatos que ni me esfuerzo por completar. Ya no es divertido poner el punto sobre las íes.
Todo para expulsar la palabra soledad de mi vocabulario y de mi agenda. Como si así sintiera "algo" que no sé nombrar, y sin nombrarla no pienso, ni la observo, ni me quejo.
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