Calpancalá

Huele a cal para encalar (cal pa encalá… calpancalá), y el sol se muestra firme en su agonía por no ceder ante el otoño, como se dice aquí, pica.
Tras san rafael, el trasiego de mujeres hacia el cementerio aumenta considerablemente, son los días claves, previos al día de todos los santos, en que las lápidas deben lucir como recién puestas, flores frescas las custodian, y el pequeño marco encalado destella con el sol andaluz de estos días del veranillo del membrillo.
Más que el propio día 1 de noviembre, a mí me gusta observar el marujeo de estas jornadas. Yo participo también, he de decirlo, pero sólo acompañando a mi madre; es como una tradición dentro de estas costumbres. De esas tantas cosas que me unirán a ella, y posteriormente, a su recuerdo. Ataviadas con bayetas, productos de limpieza, flores de plástico y naturales, todo en una cubeta y una escalera, nos disponemos a realizar el rito, retirar las flores anteriores, limpiar la lápida… mientras, ella me va contando lo que todos los años me explica, pero que yo nunca recuerdo, batallitas de nichos y apellidos, familias y herencias, que éste es el tío del abuelo por parte de padre; no sé cómo actúa mi memoria, porque yo siempre escucho con atención y curiosidad… es sangre de mi sangre, y la historia de ellos la llevo en alguna parte de mí, quizá en un gesto, en una manía, en una manera de ser. Una parte de lo que soy está tras los mármoles que encierran a mis antepasados, ellos criaron a mis padres, y mis padres a mí. Es evidente la importancia que arrastra la historia. Pero estos líos de parientes siempre se me olvidan.
Como todos los años, observo con satisfacción y orgullo que mis abuelos están exentos de simbología religiosa, cuando todas las lápidas que escudriño están presididas por cristos, nazarenos, jesús a secas, vírgenes, incluso a través de la inscripción hay plegarias o agradecimientos relacionados con dios o el cielo. No, no es desprecio, sino curiosidad, siempre curiosidad. Quizás sean algunos de los creyentes quienes miren despectivamente la imagen de mi abuelo, por no encomendarse a dios… Bueno, no me extrañaría, por todos es sabido que mi abuelo fue carabinero republicano y rojo más que la guindilla.
De vuelta, nos dejamos atrás a las mujeres faenadas en dejar reluciente el rincón que sólo es visto y recordado una vez al año… en esas estoy, cuando pienso lo bien que representan las flores frescas depositadas por doquier, rabiosamente vivas y coloridas durante un par de días, exuberantes… pero fugaces, como los pasos de los que visitan estos días el cementerio.

martes, 27 de octubre de 2009 a las 6:40 p. m.

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