Eran tus dedos cinco pétalos
en dos pequeñas flores de jazmín,
suave tu cuello, como su tersura
y así de blanca tu piel
frágil, blanca y pura.
Entre tus diez pétalos
he notado la suavidad,
pero no el cariño;
el hueco para el sentimiento
permanentemente vacío.
Unas horas después
los jazmines estaban marchitos
poco me dijeron, nada dejaron;
la vida se le había ido
al afecto que habías profesado.
Un año después,
tus dedos pueden ser jazmines
o quizá estropajo de esparto,
pero el cómo me acaricies
me trae sin cuidado,
porque yo ya tengo un jardín,
todo consiste en regarlo.
en dos pequeñas flores de jazmín,
suave tu cuello, como su tersura
y así de blanca tu piel
frágil, blanca y pura.
Entre tus diez pétalos
he notado la suavidad,
pero no el cariño;
el hueco para el sentimiento
permanentemente vacío.
Unas horas después
los jazmines estaban marchitos
poco me dijeron, nada dejaron;
la vida se le había ido
al afecto que habías profesado.
Un año después,
tus dedos pueden ser jazmines
o quizá estropajo de esparto,
pero el cómo me acaricies
me trae sin cuidado,
porque yo ya tengo un jardín,
todo consiste en regarlo.
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