Mi querido bulto peludo,
dispuesto siempre que a ti acudo.
El cariño que te tengo
no es comparable con nada.
Acariciarte templa mi alma
y en ti, tus impulsos.
Me miras y me confundo
con tus ojos marrones,
la humanidad que desprenden.
Créeme, aunque no me entiendes,
que muchos envidiarían tu calidez,
si supieran lo que realmente es.
Humanos tus ronquidos, gestos, suspiros.
Pequeño animal, que te enredas
y te alzas entre mis piernas
cuando pides lo poco que quieres,
cuando se avecina alguna tormenta,
o una necesidad biológica se acerca.
Haces lo que ninguna persona…
Cuando poco hay que decir,
sólo tú cierras la boca,
y pacientemente escuchas
mis monólogos aburridos
por ti bien recibidos.
Cuando en soledad vinieron lágrimas,
siempre me alegraste con un lametón
y tu cara de no comprender nada.
Más que nadie, tú me has calentado los pies…
Me abandonarás tú a mí, y no al revés.
Sólo cuando te vayas, lo asumiré.
dispuesto siempre que a ti acudo.
El cariño que te tengo
no es comparable con nada.
Acariciarte templa mi alma
y en ti, tus impulsos.
Me miras y me confundo
con tus ojos marrones,
la humanidad que desprenden.
Créeme, aunque no me entiendes,
que muchos envidiarían tu calidez,
si supieran lo que realmente es.
Humanos tus ronquidos, gestos, suspiros.
Pequeño animal, que te enredas
y te alzas entre mis piernas
cuando pides lo poco que quieres,
cuando se avecina alguna tormenta,
o una necesidad biológica se acerca.
Haces lo que ninguna persona…
Cuando poco hay que decir,
sólo tú cierras la boca,
y pacientemente escuchas
mis monólogos aburridos
por ti bien recibidos.
Cuando en soledad vinieron lágrimas,
siempre me alegraste con un lametón
y tu cara de no comprender nada.
Más que nadie, tú me has calentado los pies…
Me abandonarás tú a mí, y no al revés.
Sólo cuando te vayas, lo asumiré.
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