Con Hache intercalada y Be de burro

Para que esto ocurra, esto que pienso, esto, eso, aquello… Me he encomendado a los mandamases del tema. Expertos de la metedura de pata, cuando yo tropiezo cada vez con la piedra, que es la misma; cuando me encuentro su mano, dócil, inocente, blanca y fina, como de un ángel. No era nadie hasta hace un año. Un nombre, un nick, un cuerpo, que en Madrid es una migaja entre la maraña. Hoy vuelve al anonimato. Misma piedra que se topa con mis pies doloridos, mis rodillas estezadas de tanto caer en lo mismo, en el foso de su mirada, en el que me hundo, me pierdo queriendo y con total voluntad, consciente y en mis plenas facultades. Sin un puto dedo de frente. Nada de razonamiento ni iluminación. Ahí caigo, en su mirada, en su boca, ahí, en ese foso me devora, nado entre su deseo y el mío. Me avisan y advierten del riesgo de chamuscarme las ilusiones. Lo que no saben es que arden lentamente y con gusto de verlas en llamas, y después, dos pares de pies se dedican a pisotear las cenizas, a espolvorearlas… y aquí no ha pasado nada. Qué espabilada.

Nada que compartir, nada para sentir, sólo ver y tocar, la noche no da para más. El resto está reservado para el verdadero amor. Que de verdadero tiene lo que una hache intercalada, igual de invisible e inútil, un imposible de encontrar ni adivinar, sólo de oídas lo conozco, y si me dices que existe, como la hache intercalada, pues me lo creo y así te lo escribo, ángel mío.
[…]
Menos mal que sólo le dije la mitad de lo que era. Sí. Las palabras dichas nos atan demasiado. Sobretodo si se trata de abrir el corazón. Porque esa noche, cuando me pidió que rompiera mi silencio, sólo se preparaba para escuchar mis mentiras, y yo me moría no por no sacar la verdad. Sólo trataba de guardarlo en un puño, morderme la lengua, y no escupirle toda la consternación que me invadía.
Antes me bastaba con creerme fuerte y persona racional para no caer en sus torpes intentos de volver a lo mismo. Pero no funcionó. Si fuese animal, habría huido antes del peligro que entraña su presencia. Pero el ser humano se vanagloria de inteligencia, y cuando llega el momento, pierde toda Razón. La única táctica que me queda es ser burro y no mirar a los lados, terca en mi posición, y si apesto, mucho mejor.

sábado, 3 de octubre de 2009 a las 6:46 p. m.

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