¡¡Qué tonta!! Mil veces tonta. Desquiciante mi forma de complicarme la vida. Aburrido tropezar con la misma piedra una y otra vez. Simple, querer dividir mi actitud en buena o mala. Imposible, conciliar los extremos. Me volveré loca de ambivalencia; perdonar por doquier, asesinar después. Incompatible, querida.
Lejos, más allá de mis dos caras, de la incursión por mi recién estrenada maldad, de mis medallas al honor, integridad, y nada inteligente bondad… al otro lado de un charco, está la tierra del Mundo Real, donde impera el clima de Un Día Cualquiera, y la palabra Felicidad no existe, porque no se persigue, no es objetivo, ni hay libros ni estrategias para alcanzarla.
Como esas estrellas, que en una noche despejada son numerosas e intensas, pero al fijarnos en alguna en particular, pierden nitidez y fuerza. Forman parte de lo que llamamos un firmamento estrellado, conmovedor y fascinante; pero una a una, por sí solas, pierden lo que son en conjunto. La felicidad es una de esas estrellas, presente en cada uno de todos los cielos que hemos visto, tantos como noches, tantos como días vividos. Separarla de nuestra rutina la hace inalcanzable; pretender darle la exclusividad de un día o persona es destinarla al fracaso continuo; frustración de colocarla en el estante más alto del armario, sólo asequible a través de una escalerilla, esclavos del un taburete siempre que la queramos sentir. Como la vajilla buena, las copas finas, la cubertería de plata; sólo para las ocasiones especiales. ¡Por dios! Especial es cada día de esta maravillosa rutina; hoy, y no mañana, es el día que estás viviendo tú, viajero, viajera.
Maldita esta manía de asociarla al adquirir un producto, consumir un servicio, o vivir un momento en concreto. Comprendo que no todos los días pueden ni deben ser iguales. No se recuerdan todos por igual.
Pero acaso no pensamos que los días no memorables, son así por el hecho de no ser felices… ¿Y porqué no desvincular la felicidad como tal de lo que importa en nuestro sentir? No es rebajarla, es hacerla común y frecuente; y que lo que nos impresione sean sensaciones, intensas, extrañas; emociones, como la alegría.
Pero es tan usual confundir felicidad con alegría…
Tampoco sugiero desterrar los días malos y raros de nuestro calendario. Son necesarios para valorar lo que tenemos normalmente. Sin embargo, es tan triste sentir que esos son los frecuentes y no los felices. ¿Feliz cumpleaños? ¡No! Felices todos tus días, feliz cualquier día, normal, aleatorio, entremezclado entre semana, sin efemérides ni onomásticas, sin rótulos rojos; feliz día sin señalar.
Lejos, más allá de mis dos caras, de la incursión por mi recién estrenada maldad, de mis medallas al honor, integridad, y nada inteligente bondad… al otro lado de un charco, está la tierra del Mundo Real, donde impera el clima de Un Día Cualquiera, y la palabra Felicidad no existe, porque no se persigue, no es objetivo, ni hay libros ni estrategias para alcanzarla.
Como esas estrellas, que en una noche despejada son numerosas e intensas, pero al fijarnos en alguna en particular, pierden nitidez y fuerza. Forman parte de lo que llamamos un firmamento estrellado, conmovedor y fascinante; pero una a una, por sí solas, pierden lo que son en conjunto. La felicidad es una de esas estrellas, presente en cada uno de todos los cielos que hemos visto, tantos como noches, tantos como días vividos. Separarla de nuestra rutina la hace inalcanzable; pretender darle la exclusividad de un día o persona es destinarla al fracaso continuo; frustración de colocarla en el estante más alto del armario, sólo asequible a través de una escalerilla, esclavos del un taburete siempre que la queramos sentir. Como la vajilla buena, las copas finas, la cubertería de plata; sólo para las ocasiones especiales. ¡Por dios! Especial es cada día de esta maravillosa rutina; hoy, y no mañana, es el día que estás viviendo tú, viajero, viajera.
Maldita esta manía de asociarla al adquirir un producto, consumir un servicio, o vivir un momento en concreto. Comprendo que no todos los días pueden ni deben ser iguales. No se recuerdan todos por igual.
Pero acaso no pensamos que los días no memorables, son así por el hecho de no ser felices… ¿Y porqué no desvincular la felicidad como tal de lo que importa en nuestro sentir? No es rebajarla, es hacerla común y frecuente; y que lo que nos impresione sean sensaciones, intensas, extrañas; emociones, como la alegría.
Pero es tan usual confundir felicidad con alegría…
Tampoco sugiero desterrar los días malos y raros de nuestro calendario. Son necesarios para valorar lo que tenemos normalmente. Sin embargo, es tan triste sentir que esos son los frecuentes y no los felices. ¿Feliz cumpleaños? ¡No! Felices todos tus días, feliz cualquier día, normal, aleatorio, entremezclado entre semana, sin efemérides ni onomásticas, sin rótulos rojos; feliz día sin señalar.
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