Pensé que morirme era una buena opción, tras presenciar tal obra de arte, porque me invadió la profunda convicción de que aquel atardecer no se volvería a repetir jamás. Pues… ¿para qué vivir?
Pensé que como alternativa, lo mejor sería quedarme ciega, porque ya todo lo que viera después sería un insulto para lo que mis ojos observaron.
O, en su defecto, otra posibilidad pudiera ser darme un fuerte golpe en la cabeza y provocarme una amnesia anterógrada, que después de aquel momento ya ninguna imagen se instaurara en mi mente, y como único recuerdo aquello último que vi, un magnífico atardecer.
Finalmente, no hice nada de eso, sino que me enamoré (de esa manera en que se enamora la gente, sin quererlo ni beberlo) y consecuentemente, me quedé alelá perdía, perdí mi gusto por lo exquisito y para mí ya TODO era maravilloso.
Pensé que como alternativa, lo mejor sería quedarme ciega, porque ya todo lo que viera después sería un insulto para lo que mis ojos observaron.
O, en su defecto, otra posibilidad pudiera ser darme un fuerte golpe en la cabeza y provocarme una amnesia anterógrada, que después de aquel momento ya ninguna imagen se instaurara en mi mente, y como único recuerdo aquello último que vi, un magnífico atardecer.
Finalmente, no hice nada de eso, sino que me enamoré (de esa manera en que se enamora la gente, sin quererlo ni beberlo) y consecuentemente, me quedé alelá perdía, perdí mi gusto por lo exquisito y para mí ya TODO era maravilloso.
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