En plena huída, sin tiempo para mirar atrás, el retrovisor me devolvía lo que abandonaba. En un instante se cruzó el sol de la tarde, en un ángulo imposible respecto a mí, como queriéndome decir nada, y yo queriendo leer entre sus rayos como si fueran líneas, todas las respuestas de las preguntas que no formulé.
En plena huída, yo quería mirar el retrovisor, para verlo todo empequeñecer, que el mundo del que escapaba fuese por una vez minúsculo, y jugar a aplastarlo con mis dedos.
En plena huída, quisiera huir de ti como lo hacía de aquel lugar, y sin embargo, tu figura permanecía con el mismo tamaño, por muy lejos que me fuera, a donde quiera que mirara, mucho más presente si cerraba los ojos.
¿Adónde tengo que huir, para no verte más? ¿Dónde tengo que meterme para no sentirme más bajo tu piel, si apenas te disfruté?
Reúnes en ti a toda la mitología que rompió lazos entre países y hermanos, como las ninfas que hicieron olvidar a los dioses su dignidad y orgullo, mitos que desencadenaron guerras, traiciones, atrocidades. La caja de Pandora a punto de abrirse por tu boca, en ese momento en que cedo y te beso.
Eres lo más digno de olvidar, lo más rentable, lo adecuado, conveniente… los Caídos me piden tu cabeza, para hacerles justicia por sus muertes.
Eres una semilla mal germinada, pero acabo entendiendo que cada vez que te entierro, tú te haces más fuerte entre los otros muertos, y te creces en la tierra extraña de mi cementerio, te adhieres más y más entre mis recuerdos. Vuelves a la carga, una y otra vez, buscando lo que nunca acabas. Qué coño quieres, dame algo más que la mitad de lo que siempre me dejas, deja las medias lunas para el firmamento, no dividas más lo que me puedes dar por entero; que no quiero el pastel en dos noches, quiero un atracón y aborrecerte, cansarme de ti, hartarme de tu veneno, que me mate de una vez, pero no quiero más pequeñas dosis de tu atractivo, no quiero vivir con esta sensación de no haber muerto y querer hacerlo en tu cuerpo.
En plena huída, yo quería mirar el retrovisor, para verlo todo empequeñecer, que el mundo del que escapaba fuese por una vez minúsculo, y jugar a aplastarlo con mis dedos.
En plena huída, quisiera huir de ti como lo hacía de aquel lugar, y sin embargo, tu figura permanecía con el mismo tamaño, por muy lejos que me fuera, a donde quiera que mirara, mucho más presente si cerraba los ojos.
¿Adónde tengo que huir, para no verte más? ¿Dónde tengo que meterme para no sentirme más bajo tu piel, si apenas te disfruté?
Reúnes en ti a toda la mitología que rompió lazos entre países y hermanos, como las ninfas que hicieron olvidar a los dioses su dignidad y orgullo, mitos que desencadenaron guerras, traiciones, atrocidades. La caja de Pandora a punto de abrirse por tu boca, en ese momento en que cedo y te beso.
Eres lo más digno de olvidar, lo más rentable, lo adecuado, conveniente… los Caídos me piden tu cabeza, para hacerles justicia por sus muertes.
Eres una semilla mal germinada, pero acabo entendiendo que cada vez que te entierro, tú te haces más fuerte entre los otros muertos, y te creces en la tierra extraña de mi cementerio, te adhieres más y más entre mis recuerdos. Vuelves a la carga, una y otra vez, buscando lo que nunca acabas. Qué coño quieres, dame algo más que la mitad de lo que siempre me dejas, deja las medias lunas para el firmamento, no dividas más lo que me puedes dar por entero; que no quiero el pastel en dos noches, quiero un atracón y aborrecerte, cansarme de ti, hartarme de tu veneno, que me mate de una vez, pero no quiero más pequeñas dosis de tu atractivo, no quiero vivir con esta sensación de no haber muerto y querer hacerlo en tu cuerpo.
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