De profundis

No es fácil digerir lo que se ha sido. Lo que se ha pensado. Lo se que hizo. Es difícil, relacionar lo que hay hoy, con lo que no hubo ayer. Es complicado alejar los sujetos de las frases, cuando en realidad se habla de sí mismo, pero la coraza impide respirar hondo y llenar bien los pulmones, el collarín imposibilita girar la cabeza atrás, y las gafas oscuras evitan que los demás vean correr las lágrimas.
Y así me hayo, intentando lanzar palabras al aire libre, pero lejos, que no ronden mi mente, sólo expulsarlas. Vomitar la extrañeza que produce escuchar canciones de la niñez, cuando todo era aspirar, brindar, y esperar. Eternamente esperando que alguna de tantas señales rebotara en alguien, que alguna palabra amable fuera devuelta, que una mirada estuviera correspondida. Y así navegué durante años. Esperando vivir algo de lo que las canciones hablaban.
Mil días pedía amor. Hasta que un día sentí fuerza, y dí las gracias por tenerla.
Canciones que me acompañaron, pero no me hicieron ser mejor, sólo iban paralelas, sin cruzarse del todo por mi camino. Mucho después aprendí a tropezar con la música. Hoy las escucho, y las recuerdo a mi lado, pero sin tocarme; gritándome, casi golpeándome sus palabras, pero sin aliviarme la carga de una emoción.
Vives como vas siendo, y lo que vives va moldeando lo que mañana serás, que no es igual a lo que quieres ser.
Es difícil trazar una línea con que alejar las que fui, de la que soy. Cada una de ellas, ya no volverá a ser. Pero las guardé en mi recuerdo, y para eso sirven estas canciones, para recordar todas las que fui.
Quizás la misma, sólo que disfrazada. O tal vez cambiada, sin acabar de creérmelo. El tiempo dirá si esto es permanente.

sábado, 3 de octubre de 2009 a las 7:05 p. m.

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