Querido Nadie:
Estimada tú, que no estás; que estás pero ya no eres; que eres pero te fuiste; o que no existes. Tú, que en multitud te has disuelto y ya no encuentro nada de ti en nadie, pues a nadie escribo, ya que después de tantos momentos, tantos años, todo ha quedado en nada. Nadie eres tú, tan cerca, tan lejos de concretarte en algo de lo que tuvimos, que pensar en ti es sólo recordarte.
Ya no sé escribirte a ti, que tantas veces lo hice; tu nombre se ha ido con todo lo que significabas, filtrados por los agujeros que la indiferencia taladró en nuestro largo caminar, con cada vez que nos hemos mirado sin decirnos absolutamente nada, por la senda en la que yo no quería que creciera la hierba… ¿recuerdas?
Y, sin embargo, quedan resquicios, puesto que siempre que quiera explicarle a alguien lo que es la amistad, tu nombre saldrá, entremezclado con la nostalgia, y con la satisfacción de haber compartido tanto con alguien, que no ha muerto, pero que ya no está.
Después de haberse depurado con el tiempo, puedo decir que me duele la tristeza, de pensar que te tengo tan cerca… y ya no te puedo disfrutar.
Cuando algo sale tan de adentro, qué importa la rima ni el estilo, si todo se fue con el destino, o la excusa que nos queramos poner… si sólo quiero un filón por lo que luchar.
Quizás, por esta insolencia nuestra de creernos inmunes a lo que No tenemos y por haber asumido demasiado la derrota, no merezcamos una postdata, y después otra, y luego otra, que fuercen empezar otra página, en blanco.
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